I
—¡Pero qué podemos hacer! — dice Florencia. — ¿Cómo podemos ayudarte?
Correa se lleva un dedo a la boca.
—Tienes que prometerme algo, Tienes que prometerme que no dirás nada de esto a nadie. Prometeme que lo guardarás en secreto.
—¿Por qué? — era una petición algo extraña.
—Es un secreto de Estado — concluye el singular sargento.
Un secreto de Estado para Correa era un parque de diversiones para Florencia; nunca antes había visto al viejecito tan serio en alguna de sus determinaciones; por primera vez veía algo de preocupación y sensatez en las pupilas del Sargento General Correa Melquiades Guararisma.
—Secreto de Estado? ¿Es por eso que Federico murió?
Correa mira de reojo a Florencia.
—Federico nunca murió. Su don se convirtió en su mayor amenaza, y le tendieron una trampa. ¿Alguna vez notaste que estaba llorando, o que estaba sudando frío?
Florencia está pálida y asustada.
—Él decía que eso era debido a un problema de salud, ¿Era parte de su don?
—Él necesitaba protección. Teníamos que mantener una salida especial por si acaso la situación se volvía irreverente — dice. — Su don lo exponía a un peligro gravísimo, un peligro que podría extenderse a nosotros también.
—¿Qué tipo de peligro? ¿Qué clase de secretos tiene este país que los soldados no pueden soportar?
Correa sacude la cabeza, como si quisiera borrar de su mente los recuerdos.
—Cuando una nación está en guerra, se cometen crímenes — dice. — Y Federico podía sentirlos. Podía sentir el remordimiento de los hombres.
—Quieres decir que nuestros soldados están matando a civiles? — Florencia estaba aterrada, con una expresión de horror en su rostro.
Correa se muere el labio, como si tratara de tomar una decisión.
—Está peor que eso, La guerra nos ha cambiado. Creo que estamos haciendo algo con las almas de los muertos; es como si ya nadie quisiera tener lucidez. La guerra se ha vuelto un gran masticador de carne y hueso, triturando almas hasta que sus esencias se convierten en polvo — Correa bajó la mirada, con un aire de profunda tristeza.
—¿Y Federico podía sentir eso? ¿Qué podemos hacer?
—Hemos perdido el control. Lo que hacemos aquí está contaminado — dice Correa, y sacude la cabeza. — Federico no pertenece a ese lugar. Él tiene que irse.
—¿Adónde puede ir? — interroga la chica, sus ojos se llenan de lágrimas. — ¿Qué puedo hacer para ayudarte?
—Podemos ayudarle a escapar — dice Correa. — Tú sabes la verdad y yo sé cómo llegar hasta el paso fronterizo. Podríamos esconderlo y sacarlo de aquí. Pero tiene que ser rápido.
—Lo haré, Lo sacaremos de aquí. Pero quiero saber algo: ¿Por qué quiere irse de su casa?
—Eso es lo que no entienden sus padres — responde Correa con aire cansado, agitando su cabeza en un gesto de tristeza y molestia. — Sufren por su propia lucha y no ven cómo la guerra ha estado devorando a su hijo desde adentro. Siento lástima por ellos, pero su hijo necesita salir de este país.
La tarde cae sobre la feria y las luces brillan sobre la multitud de niños. Correa y Florencia se encuentran ahora de pie, hablando y planeando su huida con Federico.
ESTÁS LEYENDO
Rosas Rojas, Mi Alma Entera
Fiksi RemajaTener 18 no es nada del otro mundo, y regalar una rosa roja tampoco lo es; es algo irónico celebrar un año más de vida cuando en realidad nos estamos acercando más a la muerte... ¿No Creen? Federico García es un chicuelo de muy tierna edad, el cual...