Una Muerte que No Causa Dolor

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Mis exámenes has estado de lo más rudos: No he podido dormir bien, el insomnio es mi aliado en estos momentos de ensoñación ingrata; mis compañeros me quieren linchar por mi mala administración de activos y, por si fuera poco, me quieren echar de la universidad por tener otro ideal político; sin embargo, mientras todo esto se aclara como el agua de manantial, me dispongo a seguir escribiendo en esta plataforma que había olvidado por completo.

He escrito de mi persona, de mi padre, de mi perrito, de mis hermanos, de mis exnovias, de mi abuela y hasta de mi piano viejo; sin contar el montón de situaciones fantasiosas que he creado en mi mente gracias a la nitofilia... ¡Me faltaba una persona! Y nunca me atreví a escribir de ella por temor a no hacerlo fielmente: Es mi Madre.

Así que el título encabezado se lo dedico a mi madre.

Trataré de escribir con paciencia, y buscaré ponerme unas orejeras para evitar oír los bombardeos y los comentarios malintencionados de que pronto van a invadir nuestro amado país.

No doy nombres, no doy ubicación, no doy mi estatus político ni migratorio; lo único que puedo dar es un puñado de palabras desparramadas, así como una sopa de letras.

Hubo un tiempo en que mi padre nos abandonó por siete largos meses, él nos había dicho que era por una terrible enfermedad; sin embargo los chismes de pasillo afirmaban que era para tramitar los papeles de un inminente divorcio. Durante ese periodo de tiempo nunca mandó dinero, nunca hizo una llamada telefónica, ni siquiera se preocupó por darnos los Buenos Días; de esa manera Los tres hermanos y yo fuimos encerrando en nuestro corazón Muchas frases de reproches y desdichas para cuando augurara su regreso, cosa que nunca pasó, ya que al verlo entrar por la puerta corrimos a abrazarlo y a decirle lo mucho que lo queríamos. En sus manos traía los papeles de divorcio; mi padre y mi madre estaban oficialmente separados de por vida.

Durante ese periodo de ausencia, mi madre empezó a tener dos empleos: en las mañanas trabajaba con profesora de secundaria y en las tardes trabajaba en una escuela de niños con condiciones especiales, ya fuera síndrome de down, autismo o Asperger. Inclusive habían unos niños rezagados en una esquina; según relatos de mi madre nunca hablaban, ni parpadearon durante toda la clase, ni siquiera tenían movimientos mímicos o fisiológicos, era algo incómodo pero en realidad estaba camuflado con lo fascinante.

¿Conocen la App de Tik Tok? Yo no la usaba, a decir verdad con los muchos proyectos por presentar nunca la instalé en mi teléfono.

El caso es que mi mamá se la pasa siempre metida en esa aplicación, a veces es para ver algún video de política, o bien para ver videos de perritos amigables y hermosos. Mientras ella realiza esa faena, Marroncito corre entre los destartalados escombros del patio de la casa, con una lengua afuera impregnada en saliva, unos ojitos saltones con pupilas inundadas en destellos y una colita que se mueve como la antena parabólica del radio de la sala.

Según el registro forense, había muerto de un paro cardíaco; estuve sola durante muchos meses, mantenida simplemente con el dinero del estado y los insignificantes ahorros que estaban guardados en cada rincón de la casa, hasta que mi padre volvió de la mano de una joven mujer que todos conocen: Era mi Madrastra.

Quiero que observen el ojo rodeado de oscuridad...

¡Qué miedo!

Su iris y pupila No denota Anisocoria, miosis o midriasis; tal vez miopía con algo de un ausente Astigmatismo, pero no más de allí.

Cuando murió mi madre, estaba totalmente confundida, no sabía si sentir tristeza, agonía o incertidumbre. Seguramente sentí una pizca de cada una... Pero cuando mi madrastra falleció al caerse por las escaleras, solo estaba feliz.

¿Eso es pecado?

Era la noche de una tempestad terrible y mi madrastra estaba nerviosa. Nos encontramos en el consultorio del Doctor Correa, y ella me estaba preguntando por mi sueño recurrente, por el cual siempre al final terminábamos discutiendo.

De repente, un rayo cayó y todo el mundo a mi alrededor parecía estar muy confundido.

¿Alguna vez han presenciado una tormenta eléctrica? Los rayos caen del cielo como un dedo enorme y cobrizo, que se estrella contra la tierra con un estruendo ensordecedor. El cielo parece estar en llamas, como si estuviera a punto de reventar en cualquier momento.

El rayo arrojó una explosión de luz y calor, como si estuviera cocinando la tierra que había tocado, y entonces mi madrastra salió a mirar lo que estaba pasando.

Mi madrastra se acercó al borde de la escalera que estaba en construcción, la cual no tenía barandal; y yo la llamé para que se alejara. Pero ella no me escuchó y el estruendo la hizo entrar en un estado de ansiedad.

En ese momento, el suelo se resbaló bajo sus pies y ella cayó por las escaleras, con un grito de horror que pareció resonar durante minutos.

Vi cómo su cuerpo golpeaba cada escalón con un sonido horrendo, como si estuviera saltando en un tejido humano. Cuando por fin llegó a la parte inferior de las escaleras, se quedó allí, inmóvil.

Todo parecía transcurrir en cámara lenta, y mi mente se vio inundada por una oleada de imágenes borrosas y atronadoras.

Mi primer instinto fue correr hacia mi madrastra y ver si estaba bien.
Pero mi cuerpo estaba paralizado por el shock y la ira, y me quedó quieto.
Sus ojos estaban abiertos y parecían estar mirándome, como si estuviera pidiendo ayuda.

Después de lo que parecía una eternidad, mis pies empezaron a moverse lentamente y finalmente llegué hasta ella.

Tenía los ojos abiertos y estaba sangrando por la cabeza. Parecía que había perdido la conciencia.

Todo parecía estar girando a mi alrededor, y sentí que mi corazón estaba a punto de estallar.

No pude gritar, no pude hablar, me quedé en completo mutismo como en mis inicios en ma esquizofrenia.

Justo en ese momento, se oyó un ruido en la parte superior de las escaleras. Era el doctor Correa.
Vi cómo descender las escaleras rápidamente, con una mirada de preocupación en su rostro.

—¿Qué sucede? ¿Qué sucede aquí? — dijo en voz alta, su voz retumbando en el pasillo. — ¡Marcela! ¡Marcela! ¿Puede oírme?

En cuanto el doctor Correa llegó a donde estaba yo y mi madrastra, vi cómo se arrodillaba y le tocó el pulso.

Vi cómo su rostro se tensó mientras miraba el reloj. Y entonces, dejó de tocar su pulso.

—Está muerta — dijo en voz baja, como si estuviera tratando de una situación similar .

Ya no tenía pulso, ya no había nada que hacer. Estaba muerta.

Rosas Rojas, Mi Alma EnteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora