¡Mamá!

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—¿Hija, Cómo te fue donde Federico?

—Bueno — y se acomodó en el asiento — no tan bien como yo lo esperaba — suspira — algo me dice que no está enamorado de mí.

—Pero hija de mi Vida, aún estás muy joven para pensar en esas cosas... Recuerda que apenas Tienes doce años.

—¿Doce años?, ¿No tenía dieciséis? — su cara de sorpresa estaba impregnada de arrugas de frustración. Por primera vez estaba entendiendo porque la mayoría de las personas no le prestaban atención.

Sí, hablar con una madrastra puede ser un poco incómodo. Aunque las relaciones entre madrastras e hijas postizas no siempre son malas, puede haber momentos difíciles, en especial si existe tensión entre las partes iguales. Las conversaciones pueden sentirse a veces forzadas, especialmente si ambos tienen diferentes puntos de vista o personalidades.

La madrastra puede sentirse incómoda intentando manejar su nuevo papel, y la chica antipática puede sentirse incómoda teniendo una madrastra.

—Nunca antes me habías llamado "Hija" — exclama la inocente y confundida Florencia, tratando de cambiar el tema de la edad.

A un niño rara vez le creen las fantasías que cuenta, es un sexto sentido que cada adulto tiene grabado en el día a día; si creyéramos todas las cosas que dicen los niños a la primera inspección, El mundo estaría patas arriba.

Y es cierto, llamar a una hijastra "hija" puede parecer un poco extraño. Para una madrastra, llamar "hija" a alguien que no es su hija biológica puede parecer un poco forzado. Es posible que esté tratando de construir un vínculo y llamarla así puede ser su manera de intentar hacerlo.

—Para mi lo eres — responde con Dulzura la Marcela — he llegado a quererte mucho, así tengas dieciséis o doce años.

—¿Dieciséis y Doce son cifras idénticas?

—¡Desafortunadamente no! 16 y 12 son números diferentes. 16 es mayor que 12. ¡Debe haber sido un error!

—¡Oh! — Suspira Florencia — Sí, cuando hay una diferencia de edades, es difícil que ambos sientan la misma conexión. Federico seguramente tiene 12 y yo 16 o viceversa, seguramente por eso ya no me habla.

La madrastra manejaba el carro, concentrada en el tráfico, sin darse cuenta de que Florencia susurraba para sí en el asiento trasero. El ruido del tráfico y el movimiento de la carrocería hacían difícil oír la voz suave de la chica, que se había quedado ensimismada en sus pensamientos.

Florencia miraba por la ventana, susurrando para sí. Se estaba preguntando si su madrastra sería capaz de conectarse con ella a pesar de la diferencia de edades. De 36 a 12 años no había mucho trecho por recorrer para ellas.

Y si eso era cierto, de 16 a 12 no sería impedimento para ella y Federico.

Florencia sintió que su madrastra era una persona amable, pero que a veces se sentía incómoda con ella.

—¿Florencia, todo bien? ¿Quieres hablar de algo?

Florencia salió de su ensueño lentamente y miró por el retrovisor, tratando de que sus miradas coincidieran.

—Sí, gracias por preguntar, solo estaba pensando en algo.

—Siempre estoy aquí para tí, ¿Qué pasa?

Florencia se acercó otra vez y miró por la ventana.

—No es nada, solo estoy preocupada por el examen que tengo mañana —  dijo, impidiendo la conversación.

La madrastra continuó manejando, sabiendo que Florencia estaba evitando el tema real de su conversación. Sin embargo, decidió no presionarla.

Seguía manejando, pero su mente seguía dando vueltas en torno al tema de su relación con su hijastra. ¿Cómo podría conectarse con ella? ¿Cómo podrías hacerla sentir cómoda?
Florencia continuó en silencio, mirando por la ventana. Ella también estaba preocupada, por ambas cosas, por la incomodidad del tiempo que pasaba y por Federico.

Rosas Rojas, Mi Alma EnteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora