I
La confusión se apoderó de Florencia.
Todo parecía tan irreal, tan remoto.
Estaba intentando hacer sentido de las cosas, pero nada parecía tener sentido.¿Quién podía decir qué era real y qué no?
Era como estar cayendo hacia un vacío profundo y oscuro.
Florencia se encontraba en un océano de dudas e incertidumbre, donde las olas de la confusión la arrastraban en un eterno movimiento y girar.
Cada vez que pensaba que había alcanzado una rama de salvación, el oleaje volvía a arrastrarla al abismo, sumiéndola en las profundidades del olvido.Florencia se estaba ahogando en un mar de desesperación, donde el tiempo y el espacio se habían distorsionado, y se encontraba en medio de un vórtice de desesperación y confusión.
Cada vez que intentaba reafirmar su inocencia, sentía un poderoso remolino de dudas arrastrándola hacia abajo, obligándola a dudar de su propia realidad.¿Era en realidad inocente de toda su locura?
Florencia estaba sumergida en su propia espiral de dudas, cuando de repente una voz la sacudió:
—¡Florencia! ¡No estás loca! — dijo Federico con voz autoritaria.
Florencia se dio vuelta para mirarlo, y vio que su expresión estaba llena de compasión y determinación.
—Florencia, debes confiar en mí — dijo Federico, su mano en la espalda de Florencia.
—¿Cómo podría yo confiar en nadie?, — dijo Florencia, sus ojos llenos de lágrimas.
—Porque yo te amo, y te voy a ayudar a encontrar tu camino de vuelta a la realidad.
Florencia se arrimó a Federico y se apoyó en su hombro.
—Yo sé que soy un extraño para ti — continuó Federico. — Pero te puedo ayudar a salir de esto.
Florencia se quedó en silencio por un momento.
A medida que Florencia y Federico se adentraban en sus intentos de descubrir la verdad, sus mentes y sus emociones comenzaron a tambalearse, como si estuvieran volando en un avión con fuertes turbulencias.
La ira, la confusión y el miedo se apoderaron de ellos, y el aire se volvió oscuro y lleno de tormentas.
Con un arrepentido cambio en el viento, Florencia y Federico se dieron cuenta de que no estaban viviendo una metáfora.
El avión en el que viajaban de verdad estaba siendo sacudido y agitado por las turbulencias del cielo.
Florencia agarró fuertemente al asiento, sus manos apretándose y su corazón se disparó.
—No tengas miedo, esto pronto pasará — le calmó Federico.
La tripulación anunció a los pasajeros que se encontraban en medio de una tormenta, y pidió a todos que permanecieran sentados y enganchados.
Florencia miró a Federico y vio su expresión preocupada, pero en sus ojos también había un brillo de determinación.
—Llegaremos a nuestro destino cuando menos te lo esperes.
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Rosas Rojas, Mi Alma Entera
Teen FictionTener 18 no es nada del otro mundo, y regalar una rosa roja tampoco lo es; es algo irónico celebrar un año más de vida cuando en realidad nos estamos acercando más a la muerte... ¿No Creen? Federico García es un chicuelo de muy tierna edad, el cual...