22-09-22
Federico García Aponte
¡Dios Mío!
Hay cosas que descomponen el día que uno piensa a simple vista que es hermoso y soleado; las nubes se golpean toscamente, el sol se filtra poco a poco entre la nebulosa tela Azul marino, y la luna y las estrellas se van ocultando poco a poco mientras va apareciendo la intensidad de la claridad... Estas tres semanas de vacaciones han pasado volando, sentí como que si estos 21 días fueran algunas horas que fueron arrebatadas del reloj por orden penitenciaria de mi preceptora.
¡Ash! Nunca pude llevarme bien con ella, solo exhalaba perfección y se airaba de la nada cuando no sabía redactar bien mis informes.
A duras penas recuerdo la primera vez cuando fue gentil conmigo.
Si, muy bien lo recuerdo.
—Hoy estuve a punto de no sobrevivir. Lo sé, es dramático, pero es cierto. Estaba tan llena de emociones mientras caminaba hacia la parada de autobús para encontrarme contigo que me perdí. Sentí mi mundo girar, me sentí tan mareada y cansada que pensé que estaba a punto de morir. Por suerte, me encontré a mí misma y me recuperé.
Escuchar a Florencia parlotear hazañas heroicas y muy ficticias es mi día a día en este cuarto encerrado: a veces he llegado a pensar que sufre de esquizofrenia o algún otro transtorno neuropsiquiátrico; pero en este momento cuando nombró esa suposición de desvanecerse, sentí que mi mente volvían los tristes recuerdos de mi ayer.
Todo ocurrió hace un año atrás aproximadamente.
A pesar de tener mis dientes chuecos siempre sonreía, era muy alto que me tocaba agacharme para pasar por los marcos de las puertas, Florencia era nueva en la escuela y siempre estaba acompañada de sus amigas y yo apenas hablaba con mis compañeros sobre temas catedráticos. La reminiscencia que tengo en mente me hace ver que esa semana teníamos varios exámenes por presentar, además; podía escuchar de la extravagante voz de Florencia como ella empezaba a gustar de mí:
—La experiencia me recordó que, incluso cuando estás súper excitado por algo, tienes que ser cuidadosa. Por supuesto, quería ver a Federico, pero también tenía que cuidar de mí misma. Me preguntaba si él pensaría que había sido tonta por haberme perdido. ¡No quería que él me viera como una chica ridícula!
—Florencia, ¿No crees que estás exagerando?, ese muchacho no es nada del otro mundo — sus amigas No eran tan ilusas como la tonta de Florencia — no es guapo, ni siquiera habla, a decir verdad nunca lo he visto tener ningún interés para alguna chica; eso me hace creer pensar que puede ser diferente a los otros chicos.
¡Diferente a los otros chicos! Lo que faltaba de un día tan malo era que la Estúpida de Claudia empezara a exclamar por los pasillos que tenía una vida Clandestina diferente a la sociedad carnal de los mandatos de Dios.
—Sabes que no me gustan las calumnias Claudia, No creo que Federico sea parte de ese grupo reducido de Amanerados; ¡Eres tan inteligente que pensé que te podrías dar cuenta! — Florencia se levantó de la mesa, y tamborileo bruscamente sobre la misma — gracias a Dios se van dentro de tres días, porque ya no tendré que soportarlas.
Lo que había deseado Florencia se cumplió, ya que sus amigas se iban a cambiar de escuela en un abrir y cerrar de ojos.
Los siguientes días fueron realmente atroces y aciagos: todo se resumía en ver a Florencia triste, llorando, con lentes oscuros o reprobando sus exámenes; casi nunca caminaba a la parada de autobús, sin embargo lo empezó a hacer simplemente Para verle la cara a Federico.
Si, es correcto, solo quería verme a mí.
Cada vez que Florencia caminaba hacia la parada del autobús, su mente retrocedía a los buenos tiempos con Claudia. Cuando eran niñas, Claudia siempre sabía cómo hacerla reír y cómo aliviar su angustia. Pero ahora Claudia había desaparecido sin una pista.
Manuela, Julissa y Claudia ya le hacían bastante falta; sobretodo está última, que la ayudaba a entrar en razón cuando se perdía entre sus pensamientos alborotados.
Sentía como si hubiera perdido su única conexión con el mundo exterior. Extrañaba ser junto a su amiga aquellas chicas ricachonas que criticaban a los niños de clase media, iban juntas a la heladería más cara de la zona o bien, hacían pijamadas los fines de semana para hablar de tonterías y malcriadeces.
Era como si Claudia fuera su ángel guardián, y ahora había sido robado de su vida. Florencia se sintió tan sola y vacía sin su amiga. ¿Cómo podía seguir adelante sin Claudia? ¿Quién la ayudaría a superar todas las cosas que ahora la aterraban? Sintió como si todo estuviera desmoronándose a su alrededor.
Florencia caminó hacia Federico en la parada del autobús, sintiendo como si estuviera en un sueño. ¿Estaba sucediendo realmente? Y, aunque estaba feliz de estar con Federico, también sentía que no estaba a la altura. ¿Por qué no podía ser más confiada en sí misma? Sentía que estaba sola en un mundo donde nadie la entendía, salvó ese chico introvertido de la parada de autobús.
Estaba sentado, esperando el autobús. Había pasado una noche de miedo y tensión. ¿Por qué no podían simplemente estar juntos? ¿Por qué tenía que hacer todo esto tan secreto, y no decirle la verdad de una vez por todas?
Pero mi desgracia apenas empezaba... Federico estaba colgando de una manos irresponsables.
Y entonces, sintió una agresión en su estómago. ¿Estaría enfermo? ¿O podría ser que la situación empezara a formarse a partir de la pesada aura de querer hablar con la loca de la Florencia?
—Esta situación se está saliendo de control — pensé mientras me sentía más mal en mi estómago. — Es tan difícil manejar esto todo solo. ¿Por qué tenemos que mantener esto secreto? Me pregunto si Florencia está en peligro también.
Mientras Federico esperaba al autobús, se dio cuenta de que su estómago no se sentía bien. Florencia estaba a pocos metros de el, y notaba su angustia, Pero no sé atrevía a acercarse.
—Federico estará bien — pensaba la niña mordiéndose los labios y entrechocando los muñones de sus dedos.
Sentí que una mano de hierro se cerraba a mi alrededor, apretándose alrededor de mi estómago. Fue como si tuviera una piedra grande y dura en mi estómago, y se hizo más pesada a cada minuto. Cada vez que pensaba en Florencia, mi estómago se retorcía y mis músculos se tensaban.
—¿Podré sobrevivir a esto? — pensé en mi mente. — ¿Cómo podría explicarle esto a Florencia? ¿Podrá ella ayudarme?
La preocupación se expandió en mi pecho. ¿Por qué me sentía tan mal? Algo me decía que no tenía nada que ver con la nueva aparición de Florencia y la desaparición de sus antiguas amigas.
Esto era grave, profundamente grave.
Solamente pensaba "Federico, eres un idiota"
¡Acabas de arruinar tu día por completo!
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Rosas Rojas, Mi Alma Entera
Novela JuvenilTener 18 no es nada del otro mundo, y regalar una rosa roja tampoco lo es; es algo irónico celebrar un año más de vida cuando en realidad nos estamos acercando más a la muerte... ¿No Creen? Federico García es un chicuelo de muy tierna edad, el cual...