Continua el Maldito Ensayo

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I

Felipe era ahora un escritor conocido por su trabajo, una voz con la cual la gente se sentía conectada y más sabia. Después de años de reflexionar sobre su relación con Francia, Felipe finalmente llegó a la decisión de escribir un ensayo sobre su experiencia. Titulado "El arte de mis manos".

El ensayo detallaba sus sentimientos sobre Francia y las cosas que su relación había dejado de hacer a sus manos. ¡Se sintió como si Francia hubiera roto una pequeña parte de él! ¿Pero, al mismo tiempo, era esa pequeña rotura lo que impulsó a Felipe a hacer de su mente y sus palabras unas herramientas más fuertes? Él decidió que él mismo era el único capaz de curar esa herida, y escribir el ensayo fue su forma de hacerlo. Cuando el ensayo apareció en su libro de recopilación más reciente, ¡Felipe dedicó su obra a Francia!

Actualmente ese libro está fuera del mercado. Y el Sargento tiene la primera edición en su estantería.

El libro tenía una encuadernación gruesa y marrón, cubierta de polvo, que daba la sensación de que había sido escrito hace mucho tiempo.

Al abrir el libro, cientos de páginas se desplazaron, como si se estuvieran moviendo por su propia voluntad, libres por fin de sus años de cautiverio entre los lomos del libro.
La letra era pequeña e ilegible, y la tinta había apagado con el tiempo. Pero era fácil imaginar las historias que este libro podría contar, así el contexto fuera algo duro y sombrío.

Si alguno de ustedes está curioso por encontrar este ensayo en alguna de las librerías de la ciudad, simplemente tiene que acercarse al mostrador y pedir la obra titulada El Arte de Mis Manos, de S.F. CORREA... Y si no tienen el dinero suficiente para comprarlo recién salido de la imprenta, pueden adquirirlo de segunda mano en un mercado de pulgas.

II

Florencia miró a su madrastra con ojos llenos de lágrimas, la cual tan estaba sollozando en silencio.

Ella se quedó en silencio por un momento, luego su voz se quebró y una ráfaga de lágrimas comenzó a rodar por sus mejillas. Su cuerpo se encogió y sus hombros se cayeron, como si todo el peso del mundo se hubiera acumulado sobre ella.

Florencia se quedó en silencio, pero sus ojos hablaban un idioma que su madrastra finalmente pudo entender.
Sus lágrimas brillaban en la luz cegadora del consultorio, y cada una era como un diamante precioso.
Sus mejillas estaban manchadas por los rastros de sus lágrimas, como si fuera una pintura abstracta sobre su piel.

—¿Ahora entiendes por qué tú madre no era una mal persona? — Dijo el doctor — ¡Yo deseaba con todas mis energías que muriera de una buena vez! ¡Quería matarla! ¡Quería que muriera! Era una persona demasiado arrogante y sus humillaciones fueron muy lejos.

Como si obedeciera a una fuerza misteriosa, el libro comenzó a volver sus páginas solas, avanzando rápidamente por el pasado.
Páginas viejas y polvorientas se regresaron cada vez más rápido, como si algún espíritu misterioso tratara de encontrar algo en su interior.

El viejo libro que hojeaba era el mismísimo ejemplar tan preciado que muchos coleccionistas hubieran querido tener.

Al final, el libro se detuvo en una página específica, como si hubiera encontrado lo que buscaba.

La letra era más nítida y fácil de leer. Dijo: "El 12 de mayo de 1864, Federico Correa, Sargento del Ejército de los Estados Confederados de América, ascendió a la categoría de Teniente".

—Este libro ya no me pertenece — declaró el sargento convertido en médico — he encontrado a la verdadera dueña.

Al observar la entrada en el libro, Florencia y su madrastra comenzaron a comprender el pasado oculto de Correa.

—¿Por qué nunca dijiste que estabas en la guerra civil? — preguntó la madrastra curiosa — Ni siquiera la regordeta de tu asistente lo sabía.

Correa se sonrojó y respondió:

—No es algo que me guste recordar, no fueron días muy bellos. Hice cosas que fueron horribles, todo por salvar mi propia vida. Por esta razón me hice médico tardíamente. Para pagar mis pecados aquí en la tierra con buenas acciones y no ir al Infierno.

Florencia estaba en silencio, con el uniforme militar sujeto contra su pecho, mientras su corazón se convertía en un montón de cenizas.
S

u madrastra se dio cuenta de la gran cantidad de dolor que llevaba en su interior y se acercó a Florencia, intentando abrazarla.

Pero ella se alejó, y se acercó al Sargento, quien le entregó el libro.

—Mi mamá estaría feliz de que lo tuvieras tu — y abraza con fuerza a la pequeña.

Las lágrimas de Florencia eran como pétalos de rosas rojas que caían desde sus ojos, como un inmenso arco iris de emoción. Su cara se había convertido en un campo de flores, con lágrimas como pétalos delicados y tristes.

La madrastra miró a Florencia con una empatía y compasión que nunca le había mostrado antes.
Ella tomó el uniforme del ejército de los brazos de Florencia y lo colgó cuidadosamente en el armario. Luego, tomó a Florencia en sus brazos y la abrazó con fuerza.

—Creo que las dos necesitamos ayuda del Sargento Correa.

—¿Lo crees? — balbuceó Florencia.

—Estoy segura.

El abrazo de la madrastra era como un acto de reconciliación entre el pasado y el presente. Florencia dejó escapar de un suspiro y se relajó en los brazos de su madrastra, como un animal herido que se está recuperando. La madrastra la alzó del suelo y se encaminaron a la salida, Florencia sintiendo un peso que le había sido quitado de encima.

Pero había otro peso que había recordado de repente.

—¡Sargento! ¿Y Federico?

El Sargento Correa miró a la madrastra con una expresión de preocupación.

—¿Qué estás haciendo aquí? — dijo con voz grave. — Deberías de salir a buscarlo antes de que se monte en el avión.

La madrastra miró a Correa con una sonrisa serena y dijo

—No tienes de qué preocuparte, sargento. Solo estoy ayudando a Florencia a encontrar su camino.

—Ella lo conoce, no te necesita de brújula, suéltala y déjala adentrarse en el laberinto sola.

Florencia sabía que iba a necesitar muchísimas brújulas para realizar ese largo viaje.

Rosas Rojas, Mi Alma EnteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora