Gavin
Ser practicante es un verdadero dolor de cabeza. Muchos se aprovechan de tu posición para dejarte sus trabajos y, cuando algo sale mal, son rápidos en señalarte. Al principio, mi mayor temor era que me trataran como un niño, que me miraran como si no fuera capaz de manejar mis responsabilidades solo porque mi apariencia dice "menor". Pero eso no pasó. No lo permití. Cambié mi actitud y dejé que mi trabajo hablara por mí.
Los primeros meses fueron una montaña rusa de halagos y reconocimiento, pero últimamente, la falta de organización ha convertido todo en un caos. No es que no pueda con las tareas o que no me gusten; me gusta lo que hago. Pero ya no quiero ser solo el practicante. Quiero ser parte del equipo de forma definitiva.
El estrés de la rutina diaria solo me deja con ganas de hacer dos cosas: beber hasta perder la noción del tiempo y dejarme llevar por la pasión.
—¿Dónde está mi hombre? —pregunté a la ama de llaves, desabrochando lentamente mi camisa, sintiendo cómo el calor comenzaba a apoderarse de mí.
—En la oficina, señor —respondió, sin inmutarse.
No me molesté en agradecerle. Aceleré el paso, anticipando lo que encontraría al cruzar la puerta. La imagen de Melek tras su escritorio, concentrado en su trabajo, encendía mi imaginación. Ya con la mente en él, acaricié mi erección a través de los pantalones, la anticipación corriendo como electricidad por mis venas. Al abrir la puerta, su aroma me envolvió de inmediato, un embriagador recordatorio de lo que estaba por venir.
—Piccolo diavolo —susurró, su voz resonando en italiano con un tono seductor.
Verlo en ese traje negro, perfectamente entallado, me hizo olvidar por un momento el estrés y la frustración. Respiré profundo, intentando calmar mi deseo ardiente, pero fue en vano. Melek siempre sabía cómo despertar mi lado más salvaje.
—Creo que hoy mereceré ese apodo...— dije, caminando hacia su escritorio y sentándome justo enfrente de él, abriendo mis piernas para mostrarle lo emocionado que estaba— Voglio che lo succhi (Quiero que lo chupes).
La sorpresa en el rostro de Melek se transformó rápidamente en una sonrisa maliciosa, y su mirada ardiente dejó en claro que había conseguido lo que quería.
—Davvero? (¿De verdad?)— exclamó, acercando su silla a mí, dejándome a su completa disposición— Porque si me lo pides así, lo haré. Sabes que siempre quise hacerlo, pero tú no querías.
—Sí quiero— afirmé, abriendo mi pantalón y acariciando mi erección a través de la tela, sintiendo el roce electrizante. Quería que me sintiera vivo, que me desgastara de deseo.— Solo sé delicado.
No quería que una mala mamada me privara de experimentar la boca de mi novio. Deseaba sentir cada milímetro de su calor envolviéndome, anhelaba perderme en él.
Sus ojos se oscurecieron con un deseo palpable mientras abría el cajón de su escritorio y sacaba un frasco de lubricante. Estaba preparado; no era la primera vez que lo hacíamos en este lugar. Vertió una generosa cantidad en sus manos, tomándose su tiempo para recorrer mi pene con sus dedos, enviando espasmos de placer a través de mi cuerpo.
Se acercó, su aliento caliente contra mi piel, y me miró a los ojos antes de pasar su lengua por la punta de mi pene, provocando que un gemido se escapara de mis labios. Su lengua danzaba arriba y abajo, antes de que comenzara a chuparme. Su boca era un paraíso ardiente y apretado, y al cerrar los ojos, me dejé llevar por la experiencia. Era completamente diferente a todo lo que había sentido antes; no había roce de dientes ni nada que me hiciera dudar de su maestría. Melek se convirtió en una estrella porno privada, tragándome por completo, entrando y saliendo con una cadencia lenta pero experta.
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SEDUCTORA REDENCIÓN (QUINTO LIBRO DE LA SAGA AES)
RomanceQuiero matar a mi madre. Sí, leyeron bien, quiero matar a mi madre. Puede que esto suene enfermo y retorcido para muchos, pero si hubieran vivido lo que yo he vivido por su culpa, entenderían por qué este deseo oscuro crece cada día más. Con esta pe...