Capítulo 78: --:--

397 43 0
                                    

Despertaste en la penumbra absoluta, el silencio era ensordecedor, el tipo de silencio que calaba hasta los huesos, el que hacía eco en su mente, amplificando tus pensamientos desordenados. Podías oír claramente el retumbar de tu corazón.
Yacías de pie sobre una superficie extraña, firme pero acuosa, como un vasto charco infinito de agua oscura que apenas le rozaba los tobillos. El ambiente olía a humedad, y el aire estaba tan quieto que parecía muerto.
Intentaste recordar cómo habías llegado allí, pero tu mente era un vacío absoluto, cómo aquel lugar.
No podía situarte en el tiempo ni en el espacio, no había cielo ni horizonte, solo la oscuridad extendiéndose hasta donde alcanzaba tu vista. Un estremecimiento recorrió tu cuerpo al notar que tus ropas no eran las habituales. Llevabas un vestido de un blanco inmaculado, casi irreal, como si fuese una vestimenta celestial arrancada de algún sueño olvidado.
Tus manos temblaban levemente tanto por el frío que sentías cómo por el temor a lo desconocido, mientras avanzabas con cautela, cada paso resonaba suavemente en el agua a sus pies con un leve chapoteo. No había rastro de vida ni movimiento, sólo la fría soledad que se cernía sobre ella como una manta pesada.

«¿Dónde estoy... ?» pensaste.

Pero las palabras se perdieron en la inmensidad de tu cabeza sin encontrar respuesta. La familiaridad de aquel lugar, aunque distante y vaga, te inquietaba profundamente, como si en algún rincón de tus memorias escondidas, hubieses visitado ése mismo lugar.
Sin embargo, cualquier intento de recordar solo resultaba en un dolor sordo en tu cabeza, cómo la estática de un televisor antiguo, como si tus pensamientos estuvieran bloqueados por una barrera invisible.
De repente, un leve sonido llamó su atención. En la distancia, apenas visible a través de la oscuridad, un pequeño punto negro se movía oscilante, Un gato, lo supiste por el contraste de sus ojitos amarillos en el vacío.

«El mismo gato negro que me guió hacia la biblioteca aquella noche»

Pero esta vez, algo era diferente. Algo en sus ojos brillaba con una malicia, un destello enigmático que te puso en alerta.

«¡¡Espera!!»

Fué un intento inútil de llamar al animal, no tenias voz. Caminaste hacia el gato pero no te esperó, en su lugar corrió más lejos, obligándote a perseguirlo, manteniendo una distancia prudente de ti.
No sabias exactamente cuantos intentos habías tenido de acercarte el felino, pero cuándo creíste logrado tu objetivo, el animal pegó un salto y se sumergió en el agua como si fuese parte de ella, dejando solo ondas en la superficie antes de desaparecer por completo.
Antes de que pudieras reaccionar, preguntándote cómo era posible si el suelo no era tan profundo, un eco resonó en la oscuridad, como un susurro siniestro que rasgó el silencio.

—Puedes fingir que ésto no estaba destinado a ser...

Trataste de identificar el portador de ésa voz, aquel tiembre resonó en tu mente, cargada de un hambre primitivo y salvaje.
Inmediatamente el retrato del pelinaranja se formó en tu cabeza.

—No grites, nadie puede oirte...

Inmediatamente la voz de Jungwon te envolvió, su tono suave y seductor, pero con una amenaza latente.
Las palabras te rodearon atrapándote como una red invisible, podías sentir el peligro acechando en cada una de ellas, enredándose en tu piel, en tu mente, arrastrándote más y más profundo en la oscuridad.
Tu corazón latía con fuerza, como un tambor en el pecho, golpeando contra tus costillas mientras la presión en tu pecho aumentaba.

—Eres una droga que nos está matando...

La voz de Heeseung continuaba, desgarradora, desesperada.

—¿Tienes idea a que sabe una tragedia perfecta..?

Susurró Jungwon, con una suavidad perversa, cada palabra cargada de intenciones oscuras.
Giraste aterrada sobre tus talones al oir aquel susurro tan cerca de tu oído, tan real, juraste sentir su respiración en tu nuca.
Te sentiste cazada, la presa, como si aquellas voces fueran cazadores invisibles, acechándote en las sombras, saboreando tu miedo.
Sin pensarlo, comenzaste a correr, queriendo escapar de lo que sea que estaba sucediendo. Tus pies golpeaban el agua en un frenético intento de escapar, pero las voces no cesaban.
Corriste sin rumbo, perdida en la vastedad de tu propio inconsciente, buscando desesperadamente una salida que no parecía existir, definitivamente no había escape.
De repente, un impacto brutal te derribó, habías chocado contra algo sólido, algo que no debería haber estado allí.
Caíste al suelo con un grito ahogado, mudo, sintiendo el estallido de miles de cristales, el dolor recorrió tu cuerpo. Te incorporaste aun en el suelo con cierta dificultad y vislumbraste el objeto con el que habias chocado, se trataba de un espejo. Uno grande, de un antiguo marco dorado, decorado con filigranas intrincadas que parecían retorcerse en la penumbra.
El espejo roto reflejaba tu imagen, pero lo que viste no fue de consuelo, no eras tú. Tu reflejo lucia marchito, cansado, encerrado. De tu espalda emergian un par de alas enormes, algo desprolijas, rotas, manchadas.
Tus ojos, antes brillantes, estaban oscuros y vacíos, como si la vida se estuviera escapando lentamente de ellos.
Algo te alertó y al observar conscientemente tu alrededor, notaste que el agua bajo tu cuerpo caído ya no era agua, se había convertido en un charco de sangre densa y oscura que manchaba tus ropas blancas, empapándolas de un rojo profundo y mortal. El color contrastaba violentamente con la pureza de tu vestido, una mancha que no podías ignorar, que no podías lavar.
Un grito quedó atrapado en tu garganta cuándo tu reflejo en los cristales partidos comenzó a llorar desesperada, golpeando una pared invisible, pidiéndote volver.
La sangre se extendía como un océano infinito, y el espejo parecía reírse de tu desesperación.

—Despierta...

Te encontraste de nuevo en tu cama, empapada en sudor frío, con la respiración entrecortada. Tu corazón martillaba en tu pecho como si quisiera escapar, y tus manos temblaban incontrolablemente.
La oscuridad de tu habitación era abrumadora, pero no tanto como el pavor que sentías. Esa pesadilla... No, esa realidad, porque estabas segura de que lo que habías visto no había sido solo un mal sueño.

𝕸𝖔𝖔𝖓𝖘𝖙𝖗𝖚𝖈𝖐 - 𝕰𝖓𝖍𝖞𝖕𝖊𝖓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora