Las cicatrices de Kacchan cap. VIII

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Deku vio las manos de Bakugo y las miró fijamente. Tenía los nudillos ensangrentados y tenía unas cicatrices recientes. Deku sintió un dolor al ver a su amigo herido de esa manera. Bakugo intentaba mantener su orgullo, hacer como que no importaba esas cicatrices. Aún así, Deku sabía que detrás de ese orgullo había mucho más de lo que mostraba.

- Kacchan…- susurró Deku, su voz cargada de preocupación y algo más profundo, algo que apenas se atrevía a admitir incluso ante sí mismo.

Bakugo desvió la mirada, tratando de restarle importancia.

- No es nada, Deku. No te preocupes por esto.

Deku no podía simplemente ignorarlo. No cuando sabía que esas heridas eran por su culpa, por haberse dejado atrapar y haberse separado de Bakugo. Si hubiera sido más fuerte y no hubiera sido atrapado, esto no hubiera pasado con los nudillos de su amigo. Si no fuera por él, su amigo no habría sentido la necesidad de descargar su frustración contra las duras paredes del laberinto.

-Lo siento, Kacchan… Lo siento tanto...- susurró Deku, su voz quebrándose mientras tomaba las manos de Bakugo entre las suyas.

Apretó los nudillos heridos con delicadeza, como si temiera que cualquier presión adicional pudiera lastimar aún más a su amigo. La culpa le pesaba en el pecho como una piedra, y con cada segundo que pasaba, sentía que no podía soportarlo más.

- Ya te dije que estoy bien- insistió Bakugo, intentando sonar firme, pero su voz tembló ligeramente.

Deku levantó la mirada, encontrando los ojos de Bakugo, y lo que vio allí lo hizo sentir como si le hubieran arrancado el aliento. Había más que dolor físico en esos ojos; había una vulnerabilidad que Bakugo rara vez mostraba, una preocupación que Deku sabía que estaba dirigida hacia él.

Deku llevó las manos de Bakugo hacia sus labios. Sus ojos nunca se apartaron de los de su amigo mientras depositaba un beso suave en los nudillos heridos. El calor de los labios de Deku sobre sus heridas hizo que Bakugo contuviera la respiración, y por un momento, el mundo a su alrededor pareció desvanecerse, dejándolos solo a ellos dos, conectados en ese instante íntimo.

Pero Deku no se detuvo ahí. Lentamente, continuó besando cada uno de los nudillos, con una intensidad que iba más allá. Cada beso estaba cargado de emoción, de una mezcla de amor y desesperación, de un sentimiento que había crecido entre ellos desde hacía tanto tiempo, pero que hasta ese momento ninguno se había atrevido a reconocer.

- Kacchan…- murmuró Deku contra la piel herida, su voz temblorosa mientras sus labios recorrían cada cicatriz. - No puedo soportar verte así. No puedo soportar saber que te lastimaste por mi culpa, lo siento tanto

Bakugo sintió cómo el calor subía por su cuerpo, su corazón latiendo con fuerza ante el toque de Deku. No era solo el contacto físico; era el significado detrás de esos besos, la profundidad del sentimiento que Deku estaba mostrando de una manera tan pura, tan intensa. Y por primera vez, Bakugo no intentó alejarse. No lo rechazó. En lugar de eso, cerró los ojos y dejó que Deku lo envolviera en ese amor que siempre había estado ahí, pero que solo ahora se manifestaba con tanta claridad.

- Deku… Esto… esto no es solo tu culpa. Yo también… te necesito.

Las palabras de Bakugo eran más una confesión de lo que había planeado, y al instante sintió una mezcla de alivio y miedo al decirlas. Pero la reacción de Deku no fue otra que profundizar sus caricias, llevando las manos de Bakugo hacia su rostro, donde las mantuvo contra su mejilla.

- Lo sé, Kacchan. Lo sé… Y estoy aquí. Siempre estaré aquí- prometió Deku, besando una vez más los nudillos heridos.

Bakugo tragó con fuerza, sintiendo un nudo en la garganta que no había sentido en años. El muro que había construido a su alrededor todos estos años comenzaba a desmoronarse, piedra por piedra, y en ese momento, comprendió que Deku era la única persona en el mundo que tenía el poder de hacerlo. Y en lugar de luchar contra ello, Bakugo dejó que ocurriera, permitiendo que el amor de Deku lo envolviera, lo curara de maneras que nunca había creído posibles.

Sin decir una palabra más, Deku lo atrajo hacia sí, sus manos todavía aferradas a las de Bakugo, y lo abrazó con fuerza. No fue un abrazo de simple alivio, sino uno lleno de promesas silenciosas, de un amor que había estado esperando el momento adecuado para surgir. Y mientras se aferraban el uno al otro, rodeados por la oscuridad del laberinto, ambos sabían que, sin importar lo que viniera, ya no estaban solos.

Finalmente, Bakugo rompió el silencio, su voz un susurro contra el cuello de Deku.

- Saldremos de aquí, juntos. Y después… ya veremos.

Deku sonrió, un destello de esperanza brillando en sus ojos.

- Sí, juntos- respondió con firmeza, antes de besar una vez más las manos de Bakugo, sellando su promesa con la misma intensidad con la que había comenzado. Y con esa determinación, ambos continuaron, sabiendo que, pase lo que pase, siempre se tendrían el uno al otro.

Un Laberinto De SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora