El rescate cap. XVII

133 11 5
                                    

Deku se apresuró a entrar, buscando a Bakugo con los ojos. Cuando lo vio en el suelo, su corazón se rompió. Bakugo, el chico que siempre había sido fuerte, ahora parecía tan frágil, tan vulnerable. Sin pensarlo, Deku corrió hacia él, cayendo de rodillas a su lado.

- ¡Kacchan! ¡Dios, estás bien!- Su voz era un susurro ahogado por la preocupación, mientras extendía la mano para tocarle el hombro, pero Bakugo apartó la mirada, intentando ocultar las lágrimas que aún caían por su rostro.

- ¿Qué estás haciendo aquí?- logró decir Bakugo, su voz rota por la emoción.

Deku no respondió de inmediato. En lugar de eso, lo rodeó con un brazo, ignorando la resistencia débil de Bakugo.

- Estoy aquí para sacarte, idiota. No voy a dejarte aquí solo. ¿No es obvio?

Bakugo se quedó en silencio, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo. Todo lo que había intentado suprimir, toda la desesperación, la frustración, todo se desbordó en ese momento, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió apoyarse en alguien más. Sus hombros temblaron mientras las lágrimas seguían cayendo, su cuerpo traicionándolo cuando más quería ser fuerte.

- Lo siento...-murmuró Bakugo, apretando los puños contra el suelo, odiando la debilidad que estaba mostrando. Pero Deku solo lo sostuvo con más fuerza.

- No tienes que disculparte. No tienes porque hacerlo solo. Estoy aquí, siempre lo estaré. -respondió Deku suavemente, su voz calmante.

En ese momento, toda la tensión, todo el dolor se desvaneció, dejando solo la conexión entre ellos, una comprensión mutua que no necesitaba palabras. Deku sabía que Bakugo odiaría que lo viera así, pero también sabía que necesitaba este momento, necesitaba saber que no estaba solo, que no tenía que cargar con todo.

Bakugo finalmente dejó que su cabeza cayera sobre el hombro de Deku, sus lágrimas mezclándose con el sudor y el polvo en su rostro. La barrera que había mantenido durante tanto tiempo se rompió, y en ese silencio compartido, se sintió más vulnerable y más seguro que nunca.

- Gracias...- susurró Bakugo, su voz apenas audible. Deku lo abrazó con fuerza.

Deku no dijo nada más, solo dejó que Bakugo se apoyara en él, ofreciendo todo el consuelo que podía. Sabía que esto no era fácil para Bakugo, que el orgullo y la rabia siempre habían sido su armadura, pero ahora, en ese pequeño espacio, Deku lo sostuvo mientras el peso de las emociones finalmente se liberaba.

Mientras Bakugo permanecía en el abrazo de Deku, tratando de controlar las lágrimas que aún le quemaban los ojos, su mente empezó a aclararse lentamente. Con cada respiración que tomaba, el dolor se hacía más manejable, y su enfoque comenzó a alejarse del sufrimiento físico. Fue entonces cuando notó algo que antes había pasado desapercibido.

Sus ojos, aún nublados por el dolor y la fatiga, se posaron en las manos de Deku. La luz que entraba por el agujero en la pared revelaba que las palmas de Deku estaban enrojecidas y rasgadas. Había cicatrices frescas y ampollas en sus manos, signos evidentes de esfuerzo y sufrimiento.

El corazón de Bakugo se detuvo por un instante al ver las heridas.

- ¿Cómo...?-pensó, su voz temblando al ver lo que sus ojos no querían aceptar-¿Cómo pudo hacer esto?

Deku, sintiendo la mirada intensa de Bakugo, bajó la vista hacia sus propias manos. Aunque había estado tan concentrado en salvar a Bakugo que casi no había notado el dolor, ahora que lo observaba, se dio cuenta de que sus manos estaban heridas por la fricción y el esfuerzo al romper la pared. No había querido que Bakugo viera esto, no quería que se preocupara por él.

Un Laberinto De SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora