El desayuno cap. XXII

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Estaba solo en la habitación, sin haber dicho una palabra, mientras la sombra de lo que podría haber sido se desvanecía, dejándolo con un dolor que sabía que no desaparecería fácilmente.

—Izuku... —susurró Bakugo, su voz rota y débil, apenas un murmullo que se perdió en el aire.

Pero Deku no lo oyó. Ya estaba fuera, alejándose, sin saber que Bakugo había intentado, aunque en vano, llamarlo. Bakugo se quedó allí, con la palabra “Izuku” aún en sus labios, incapaz de hacer nada más mientras el vacío que sentía en su pecho crecía, llenando la habitación con un dolor que sabía que no desaparecería.

Bakugo sintió como el silencio en la habitación lo envolvía, convirtiéndose en una presión insoportable que le cortaba la respiración. Su cuerpo temblaba, no solo por el dolor físico de sus costillas rotas, sino por el dolor mucho más profundo que le desgarraba el alma. El eco del portazo resonaba en su mente, y el vacío que dejó Deku al irse se expandía dentro de él.

- No... no puedo perderlo de nuevo...- pensó.

La imagen de Deku alejándose de él, con esa expresión de tristeza era más de lo que podía soportar. Recordó con claridad la última vez que lo perdió, cuando se separaron en el laberinto, y cómo lo había atormentado su propia estupidez desde entonces.

- Fui un idiota entonces, y lo soy ahora.- se dijo a sí mismo, apretando los dientes mientras luchaba por levantarse de la cama del hospital. El dolor en su pecho era casi insoportable, cada movimiento enviaba una punzada aguda a través de sus costillas, pero Bakugo no iba a detenerse. No esta vez.

Con gran esfuerzo se puso de pie, tambaleándose ligeramente mientras el dolor lo atravesaba. Se aferró al borde de la cama, jadeando, pero no se permitió caer. Tenía que alcanzarlo, tenía que hacer que Deku lo escuchara, aunque su cuerpo estuviera al borde del colapso. No podía dejar que se fuera con esa idea equivocada, no podía permitir que Deku pensara que lo había elegido a Kirishima. Bakugo sabía que si lo perdía ahora, nunca se lo perdonaría.

Bakugo salió al pasillo, apoyándose en la pared para mantenerse en pie, mientras que la otra mano la tenía apoyada en sus costillas por el dolor. Sus pasos eran pesados y torpes, pero cada uno lo acercaba más a donde Deku había desaparecido.

Finalmente, lo vio, una silueta verde al final del pasillo, caminando rápidamente hacia la salida. Bakugo sintió un estallido de adrenalina que lo impulsó a gritar, a liberar todo lo que había estado acumulando dentro.

—¡Maldita sea, Izuku! —su voz resonó en el pasillo—. ¡Yo te amo, maldita sea!

Deku se detuvo en seco, sus hombros tensándose al escuchar las palabras de Bakugo. Se giró lentamente para verlo.

Bakugo dio un paso hacia adelante, aun apoyando una mano a la pared y la otra apoyada suavemente en las costillas. Su cuerpo protestaba con cada movimiento, pero ahora mismo importaba izuku. El nudo en su garganta se deshacía a medida que las palabras, las que nunca había podido decir, salían a la superficie, sin filtro, sin miedo.

—¡Perdón por ser un imbécil! —continuó Bakugo, su voz quebrándose—. ¡Perdón por no tener las palabras ni en un momento como este! ¡Pero te amo, Izuku, maldita sea, te amo y no puedo perderte otra vez!

Bakugo se detuvo a unos metros de él, jadeando por el esfuerzo y el dolor, pero sin apartar la mirada. Ya estaba a 2 metros de izuku.

—Izuku... —Bakugo dijo su nombre una vez más, esta vez con más suavidad.—. No puedo seguir siendo ese idiota que se esconde detrás de su orgullo. No quiero volver a perderte por no ser capaz de decir lo que siento. Te necesito en mi vida, no como rival, no como enemigo, sino como... como la persona que me importa más que nada.

Un Laberinto De SentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora