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El aula de Pociones estaba casi vacía, excepto por Hermione Granger, que permanecía detrás después de que el resto de los estudiantes se había marchado. Estaba ocupada organizando sus libros y notas cuando escuchó el inconfundible susurro de la capa del profesor Snape al moverse.

—Señorita Granger, —dijo la voz fría de Snape, resonando en la sala—. Necesito hablar con usted un momento.

Hermione se enderezó de inmediato, guardando su pluma con rapidez mientras se volvía para enfrentar al profesor. Siempre había algo en la manera de hablar de Snape que hacía que hasta las personas más valientes sintieran un escalofrío recorriéndoles la espalda.

—Sí, profesor Snape, —respondió ella con educación, aunque su mente ya estaba corriendo con posibilidades de lo que podría haber hecho mal.

Snape, sin embargo, no parecía estar enfadado. En cambio, se acercó a su escritorio y se apoyó ligeramente en él, observándola con su característica mirada escrutadora.

—No es sobre usted de quien quiero hablar hoy, —dijo lentamente—. Es sobre el señor Potter.

El corazón de Hermione se hundió un poco. Había estado preocupada por Harry durante semanas. Desde el regreso de las vacaciones, Harry había estado más callado de lo normal, ausente en sus pensamientos y distante con todos, incluso con ella y Ron. Aunque intentaba esconderlo, Hermione podía ver la tristeza en sus ojos, una sombra que no desaparecía.

—¿Qué pasa con Harry, profesor? —preguntó, tratando de mantener la voz firme.

Snape la observó con una expresión inescrutable antes de continuar.

—Me ha llamado la atención su comportamiento reciente, —dijo con calma—. Y no soy el único que lo ha notado. El señor Potter ha estado... apartado, distraído, y notablemente más retraído en clase. Esto no es algo que deba pasarse por alto, especialmente teniendo en cuenta su tendencia a atraer problemas.

Hermione apretó los labios. Sabía que Snape no era el mayor fan de Harry, pero había una preocupación genuina en su voz que la inquietó. Era raro que Snape mostrara interés en el bienestar emocional de un estudiante, especialmente uno con el que tenía tantos roces.

—Harry ha estado pasando por muchas cosas últimamente, profesor, —admitió Hermione—. Desde la muerte de Sirius... no creo que haya tenido tiempo de procesarlo realmente. Y ahora, con todo lo que está sucediendo en el mundo mágico, él se siente muy... solo.

Snape entrecerró los ojos, como si estuviera considerando sus palabras con mucho cuidado.

—El señor Potter no es el único que ha sufrido pérdidas, —dijo suavemente, aunque su tono no era tan cortante como de costumbre—. Pero parece decidido a cargar con el peso del mundo sobre sus hombros. Esa es una tendencia peligrosa para alguien de su edad y... en su posición.

Hermione asintió, mordiéndose el labio. Sabía exactamente a lo que Snape se refería. Harry siempre había sentido una responsabilidad injusta por todo lo que ocurría a su alrededor, como si él solo pudiera detener a Voldemort y salvar a todos. Ese sentimiento de responsabilidad, combinado con la reciente pérdida de Sirius, había empezado a aplastarlo.

—He intentado hablar con él, profesor, —dijo Hermione, con un rastro de desesperación en su voz—. Pero Harry... simplemente no quiere abrirse. Piensa que tiene que enfrentarlo todo solo, que no puede depender de nadie.

Snape la miró fijamente, y por un momento, hubo algo casi comprensivo en su expresión. Algo que ella rara vez había visto en él.

—Esa es precisamente la mentalidad que quiero que evitemos, señorita Granger, —dijo, su voz firme—. El señor Potter debe entender que no puede cargar con todo. Las decisiones precipitadas tomadas en momentos de desesperación son las que conducen a la tragedia.

Hermione se sorprendió por el tono de Snape. No era la primera vez que lo escuchaba hablar sobre Harry, pero rara vez se había mostrado tan... humano. Casi como si entendiera lo que Harry estaba atravesando.

—Profesor, —empezó Hermione con cuidado—. ¿Qué puedo hacer? Si Harry no quiere abrirse, ¿cómo puedo ayudarlo?

Snape se quedó en silencio por un momento, como si estuviera decidiendo cuánto decir.

—A veces, lo único que uno puede hacer es estar ahí, —dijo finalmente, sus palabras más suaves de lo esperado—. Recordarle que no está solo, aunque él crea lo contrario. Y, señorita Granger, usted es más que capaz de hacer eso. Manténgalo alejado de la autocompasión y el aislamiento. Involúcrelo en algo, lo que sea que lo aleje de sus pensamientos sombríos.

Hermione asintió lentamente, absorbiendo cada palabra. Sabía que Snape tenía razón. Harry necesitaba a sus amigos ahora más que nunca, y ella debía ser lo suficientemente fuerte como para recordarle eso.

—Lo haré, profesor, —dijo, decidida—. No dejaré que se aleje más.

Snape la miró con una mezcla de aprobación y algo más, algo que Hermione no pudo identificar del todo.

—Muy bien, señorita Granger, —dijo con un asentimiento—. Puede retirarse.

Mientras Hermione se dirigía hacia la puerta, se detuvo un momento y se volvió.

—Gracias, profesor, —dijo sinceramente—. Por preocuparse.

Snape no respondió de inmediato. Solo le dirigió una mirada que ella no pudo interpretar, antes de girarse hacia sus libros de pociones.

Hermione salió del aula, con la cabeza llena de pensamientos. Tal vez, solo tal vez, había mucho más en Severus Snape de lo que había creído. Y tal vez, con su ayuda, podría encontrar una manera de alcanzar a Harry antes de que fuera demasiado tarde.

Más alla de las sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora