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Después de la inesperada conversación en el aula de pociones, Harry no pudo dejar de pensar en las palabras de Snape. Nunca había considerado que el profesor pudiera entender su dolor, y mucho menos que pudiera ofrecerle algún tipo de consuelo. Pero había algo en la voz de Snape, en la manera en que había hablado de la soledad y la pérdida, que había resonado profundamente en él.

Al día siguiente, Harry se encontró de nuevo en la clase de pociones. El aula estaba tan fría y sombría como siempre, pero Harry sentía una diferencia en el aire. Cuando Snape entró, su mirada recorrió la sala hasta posarse brevemente en Harry antes de continuar con la lección. Fue un pequeño gesto, casi imperceptible, pero para Harry fue significativo.

Mientras la clase avanzaba, Harry notó que Snape lo observaba más de lo habitual. No era la mirada severa a la que estaba acostumbrado, sino algo más suave, casi como si estuviera evaluando algo que solo él podía ver. Harry intentó concentrarse en su poción, pero su mente seguía volviendo a esa mirada.

Cuando la clase terminó y los estudiantes comenzaron a empacar sus cosas, Snape levantó la mano, deteniéndolos.

—Potter, —dijo con su tono característico de autoridad—, quédate un momento.

Harry sintió una mezcla de nerviosismo y curiosidad mientras guardaba sus libros con más lentitud que de costumbre. Hermione y Ron lo miraron con preocupación, pero Harry les hizo un gesto para que se fueran.

Cuando finalmente estuvieron solos, Snape cerró la puerta del aula y se dirigió a Harry con una expresión que no podía descifrar.

—He estado pensando en lo que dijiste ayer, —comenzó Snape, su voz más baja de lo normal—. Y en lo que tú... y yo necesitamos hacer para avanzar.

Harry lo miró, desconcertado. No estaba seguro de a dónde iba Snape con esto, pero algo en su tono le decía que era importante.

—No soy bueno con esto, Potter, —continuó Snape, mirando brevemente al suelo antes de volver a levantar la vista—. Pero parece que tú necesitas... apoyo, y no hay muchos que puedan entender lo que llevas dentro. Tal vez más de lo que quisiera admitir, pero... yo puedo ayudarte. Si estás dispuesto a aceptar esa ayuda.

Harry se quedó sin palabras. Nunca, en sus sueños más salvajes, habría imaginado que Snape le ofrecería algo parecido. Pero mientras lo miraba, vio algo genuino en los ojos oscuros del profesor, algo que no había esperado: una oferta sincera de comprensión.

—Profesor, —comenzó Harry lentamente—, ¿por qué haría usted esto por mí?

Snape suspiró, como si hubiera esperado esa pregunta.

—Porque, Potter, —dijo con seriedad—, creo que es hora de dejar atrás los prejuicios del pasado. Ambos hemos perdido mucho, y seguir actuando como enemigos no beneficiará a nadie. Además... —Snape dudó, como si le costara encontrar las palabras—, quizás estoy cansado de ver a un niño seguir el mismo camino oscuro que yo tomé hace años.

Harry sintió que algo se removía en su pecho. No era fácil para él confiar en Snape, pero las palabras del profesor habían tocado una fibra sensible. Sabía lo que era sentirse atrapado en un dolor del que no podía escapar, y si Snape podía ofrecer alguna ayuda para aliviar ese peso, ¿por qué no aceptarla?

—Está bien, —dijo Harry finalmente, su voz firme pero con un toque de vulnerabilidad—. Estoy dispuesto a intentarlo.

Snape asintió, y por un breve momento, Harry creyó ver una pequeña sonrisa en los labios del profesor. Era casi imperceptible, pero estaba allí.

—Muy bien, Potter, —respondió Snape, su tono más suave de lo habitual—. Comenzaremos después de las clases de hoy. Te esperaré en mi oficina.

Harry asintió, aún sintiéndose un poco inseguro, pero también más esperanzado de lo que había estado en mucho tiempo.

Más alla de las sombras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora