Desde las sombras del anonimato, un asesino hace de las suyas por motivos que solo él conocía. A pesar de todo, la mayoría de gente sigue pensando en él como un monstruo, debido a que sus víctimas no tienen más en común que sus actos de humildad.
É...
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El camino hasta el segundo piso fue corto. Él abrió la puerta de su cuarto y dejó ingresar primero a Emilie. Tuvo una sensación extraña al ver la habitación de Ariadne, pero la ignoró y se encerró también.
—Nada ha cambiado, por lo que veo —dijo Emilie, al observar la habitación.
El bolso que ella cargaba consigo fue guardado en el sillón y caminó hacia Bastian, quien ya estaba sentado en el filo de su cama. Emilie se retiró el coqueto vestido que traía y se quedó en ropa interior.
Bastian comenzó a tener dudas acerca de lo que estaba a punto de hacer. Su conciencia de decía que no estaba bien y los ojos grises de Ariadne volvían a su mente una y otra vez. Sin embargo, su cabeza necesitaba olvidarse de ella y entender que solo había sido una noche juntos que no se iba a repetir.
Emilie lo apartó de sus pensamientos cuando se acercó y quiso besarlo, obteniendo otro desplante de su parte.
—Sin besos —dijo él.
La chica lo miró algo incómoda. Se arrodilló frente a él y comenzó a desabrochar su pantalón, mientras sus ojos estaban fijos en los suyos. El cierre cedió y ella estaba a punto de meter sus manos, cuando él la detuvo y se levantó para arreglarse la ropa.
—No, Emilie.
—¿Qué pasa? —ella se puso de pie, confundida.
—Perdón, no es...
El golpe de la puerta al abrirse interrumpió lo que él iba a decir. Bastian sintió su estómago contraerse una vez más al ver a la chica de ojos grises junto a la entrada. Él estaba acomodándose el broche del pantalón y Emilie solo se quedó de pie en ropa interior, mirando a la persona que los había interrumpido.
—Perdón —dijo Ariadne con una voz diminuta.
—No te preocupes, guapa —respondió Emilie, tranquila—. Ya terminé aquí, ya me iba.
Tal y como mencionó, Emilie recogió su vestido y su bolso para disponerse a salir sin importarle quien la pudiera ver solo en esa forma tan íntima.
—Como te dije, me encargaré de eso yo misma —mencionó con una corta sonrisa—. Te estaré informando de todo —caminó hasta la puerta—. Adiós, bonita.
La habitación se quedó en un incómodo silencio que los envolvió. Bastian se sentó sobre la cama de nuevo con un sentimiento difícil de descifrar, mientras Ariadne solo se quedó observando por donde se había ido Emilie.
—¿Querías decirme algo? —preguntó él, haciendo que ella lo mirase.
—No.
—¿Y para qué viniste?
—No sé cómo sea para ti, pero siento que esto no es correcto.
—¿A qué te refieres?
—No entiendo por qué has traído a esa mujer después de lo nuestro.