Desde las sombras del anonimato, un asesino hace de las suyas por motivos que solo él conocía. A pesar de todo, la mayoría de gente sigue pensando en él como un monstruo, debido a que sus víctimas no tienen más en común que sus actos de humildad.
É...
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Las gotas de sudor rodaban por el cuerpo de Bastian, resbalando por su piel, mientras se concentraba en cada repetición. Las mil doscientas flexiones que le daba a sus músculos cada mañana eran su rutina perfecta y por supuesto que no podían faltar.
Al ver su musculatura, una sonrisa se formó en sus labios porque recordó como Ariadne le había acariciado el cuerpo la noche anterior. Sin embargo, todo cambió cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Estaba molesto consigo mismo por haber sido débil, pero tenía que solucionarlo.
Ariadne no le importaba. Solo quería ayudarla después de el posible trauma que le había dejado el acabar con la periodista. Aunque tenía sus ideas claras, ese sentimiento de extrañeza no se iba.
La concentración se deshizo cuando se recostó a divagar en su mente en lo que haría a continuación. Acostarse con la chica no estaba en sus planes, pero su cuerpo cayó ante esos ojos grises y se perdió.
Los recuerdos de Lily volvieron a su cabeza, logrando quitar por un momento a Ariadne. Ella había sido su primer amor desde que se conocieron aquel primer día de clases en la secundaria. Estaba dispuesto a entregarle su corazón si tan solo ella lo hubiera amado de la misma forma.
Lily fue también su primera vez. Él estaba consciente de que se habían acostado solo por despecho, sin embargo no le importaba. La amaba tanto que podía soportar ser su segunda opción, siempre y cuando ella no lo abandonara.
El recuerdo de su declaración y el rechazo por parte de Lily erizó su cuerpo. A ella no le importaba formalizar con él porque decía que una vez se acabase el amor, se perdería también la amistad. En realidad no sabía si era una excusa, pero lo aceptó y a cambio se acostó con varias mujeres que conoció en los bares que visitaba, en un intento de olvidar sus sentimientos. Sin embargo, su corazón estaba ocupado por aquella chica de ojos verdes que con una sonrisa lo hacía caer de nuevo.
Pero Ariadne no sería como Lily. Ella no iba a inundar su corazón y mente porque Bastian ya tenía un propósito y no era enamorarse. Habían tenido sexo, eso era todo. Solo dos cuerpos que desfogaron sus ganas, sucumbiendo al placer más exquisito. La chica era bonita, claro que sí, pero no iba a dejarse engañar por alguien más, no cuando el recuerdo de Lily seguía intacto en él, ocupando su vida.
Finalizó su rutina y se metió a la ducha. Estando así, los recuerdos de la noche anterior volvieron a aparecer, haciendo que tragara saliva varias veces. Primero, se habían bañado juntos, disfrutando del agua caliente y besándose de vez en cuando. Recordó también como cambió las sábanas por dejar su semilla en ellas y comieron juntos antes de dormir abrazados. Sin embargo, cuando amaneció y la cordura volvió, se dio cuenta de todo y huyó de la habitación en silencio.
La ira lo estaba envolviendo de nuevo. Bastian no quería tener esos sentimientos por la chica de ojos grises, pero sentía que su estómago se contraria de tan solo pensar en ella. No caería de nuevo, iba a encargarse de dejarle las cosas claras en cuanto tuviera la oportunidad.