III

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Capítulo 3: Explorando Nuevos Territorios

Al sentir que mi cuerpo había recuperado un poco de fuerza, me levanté del sofá con cuidado. Cada movimiento todavía era una lucha contra la rigidez y el dolor, pero al menos podía moverme. Decidí caminar por la casa para conocer mejor el lugar en el que me encontraba. Justo cuando estaba a punto de salir de la sala, vi a Ken entrar por la puerta principal con algunas bolsas en las manos.

—¿Cómo te sientes? —me preguntó con una sonrisa, notando mi estado todavía un poco debilitado.

—Como si un camión hubiera caído sobre mí —respondí, intentando sonar despreocupada, aunque una pizca de cansancio aún se filtraba en mi voz.

Ken se rió suavemente por mi comentario.

—Sé lo que es eso, y para nosotros no es solo una expresión —dijo, dejando las bolsas en la mesa de la sala.

—¿Dónde está el baño? Este lugar es enorme —pregunté, observando el largo pasillo que se extendía más allá de la sala.

Ken señaló hacia el final del pasillo, a la derecha.

—Al fondo, a la derecha.

—Gracias —respondí, tomando una pequeña bolsa de productos personales y un cambio de ropa de mi maleta antes de dirigirme al baño.

Me encerré en el baño y dejé escapar un suspiro de alivio. Un buen baño era justo lo que necesitaba después del largo viaje a Japón y el doloroso incidente al transformarme en Astrogirl. Abrí el grifo y dejé que el agua caliente corriera, esperando que el vapor comenzara a llenar la habitación. Después de unos minutos, me desvestí lentamente, sintiendo cada moretón y dolor en mi cuerpo. Me metí en la ducha y dejé que el agua caliente cayera sobre mi piel, relajando mis músculos tensos y lavando la suciedad del día.

Después de unos veinte minutos, salí del baño sintiéndome más relajada. Me sequé rápidamente, me cambié de ropa y me dirigí de nuevo a la sala donde había despertado. Guardé mis cosas personales en mi maleta y traté de organizarme un poco. Mientras estaba concentrada en mis pensamientos, Ken apareció de nuevo en la sala.

—Hay una habitación disponible para ti —dijo con una sonrisa cálida—. No quiero que tengas que dormir aquí en la sala. Estarás más cómoda allí.

Agradecí su hospitalidad con una sonrisa y lo seguí por el pasillo. Me condujo a una habitación sencilla pero acogedora, con una cama cómoda y un pequeño mueble donde podría colocar mis cosas. Coloqué mi ropa y mis pertenencias en el mueble con cuidado, tomándome mi tiempo para asegurarme de que todo estuviera en orden.

Cuando terminé, salí de la habitación y busqué a Ken. Lo encontré esperando en el pasillo, y cuando me vio, me dedicó otra de sus sonrisas amigables.

—¿Te sientes con energía para salir? —preguntó, con esa energía contagiosa que parecía rodearlo—. ¿O prefieres descansar un poco más?

Podía sentir su entusiasmo, la urgencia de alguien que no podía quedarse quieto por mucho tiempo. Sonreí levemente, sintiendo que necesitaba un cambio de escenario.

—Me siento mejor, y estar encerrada me agota más que caminar afuera —respondí.

Ken asintió con entusiasmo y me guió fuera de la casa. Caminamos por los jardines que rodeaban la casa, y me sorprendió lo hermosos que eran. Había un orden y una tranquilidad en ellos, como si cada planta y flor estuviera colocada con un propósito, creando un paisaje que era al mismo tiempo limpio y puro. Podía sentir la paz en el aire, algo que no había experimentado en mucho tiempo.

Soledad de Tinta Gris | Ken Sato/ ULTRAMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora