XII

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Capítulo 11: Rabia e Impotencia

Narra Ken

Cuando vi a Elisa volver a su forma sin poderes, un nudo de miedo y rabia se apretó en mi pecho. Su cuerpo parecía frágil, más de lo que jamás la había visto. La energía que la había atravesado momentos antes la había dejado inconsciente, sin rastros de la fuerza imparable de Astrogirl. Tenía que sacarla de ahí. Sin perder tiempo, me acerqué a ella y la recogí con cuidado, susurrando su nombre con la esperanza de obtener una respuesta, pero no hubo nada, solo su respiración suave y pausada.

"Mina, llévala a un lugar seguro," le ordené mientras se acercaba a nosotros. Mina, siempre eficiente y fiel a su deber, asintió sin decir una palabra, su mirada seria y preocupada. Con cuidado, tomó a Elisa en brazos y se la llevó.

Una parte de mí quería seguirla, asegurarme de que Elisa estaría bien, pero no podía permitirme ese lujo. Había un monstruo que mi padre seguía enfrentando, y Jonnathan, el científico, aún seguía suelto. Miré a mi padre, quien luchaba con todas sus fuerzas contra el monstruo. Sabía que no lo acabaría. Él siempre había tenido una extraña fascinación por estas criaturas, a pesar del peligro que representaban. Tal vez era parte de su naturaleza, apreciar a estos seres que, aunque destructivos, eran parte del equilibrio de nuestro mundo. Solo se limitó a ahuyentar al monstruo, permitiendo que escapara de la ciudad, pero sin herirlo gravemente.

Fruncí el ceño. Entendía su motivación, pero no podía compartirla en ese momento. Mi rabia crecía con cada segundo que veía a Jonnathan, ese hombre que había causado tanto daño a Elisa, aún a salvo dentro de su robot gigante. No podía perdonarle lo que le había hecho. La imagen de Elisa desplomándose, desprovista de su poder, no se me quitaba de la mente. Ese rayo que la había afectado, que la había lastimado tan gravemente... no lo soportaba.

"¡Jonnathan!" grité, mi voz resonando entre las estructuras devastadas de la ciudad. Mi ira me impulsaba mientras me lanzaba hacia su robot. Él intentó responder con otro disparo de energía, pero ya estaba demasiado cerca. No iba a permitir que lastimara a nadie más.

 No iba a permitir que lastimara a nadie más

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El combate fue intenso. Cada golpe que daba resonaba con el eco de mi furia. Jonnathan era hábil, lo sabía, pero no lo suficiente. La imagen de Elisa cayendo, indefensa, me daba fuerzas para seguir adelante. Logré penetrar la coraza del robot, destrozando los mecanismos internos hasta llegar a la cabina donde Jonnathan operaba.

"¡Sal de ahí!" le grité, sujetándolo por el cuello de su chaqueta y arrastrándolo fuera del robot destrozado. Su mirada, mezcla de sorpresa y terror, me dejó ver que no esperaba que llegara tan lejos. No me importaba. Había cruzado una línea que no debía haber cruzado, y ahora pagaría por ello.

Lo entregué a las autoridades, quienes rápidamente se encargaron de él, esposándolo y llevándolo a la prisión de máxima seguridad. Mi respiración era pesada, mis músculos dolían, pero el alivio de haber acabado con él no llegó. Todavía no. El daño ya estaba hecho, y la persona a la que más quería estaba herida por su culpa.

Mi padre, después de ahuyentar al monstruo, se acercó y comenzó a examinar los restos del robot de Jonnathan. Su expresión era pensativa, con esa calma característica que a veces me sacaba de quicio. "Quiero investigar este robot," me dijo. "Quiero saber más sobre el tipo de energía que utilizaba, y entender por qué dañó a Astrogirl. No tiene sentido... uno de sus poderes es precisamente absorber energía. Esto no debería haberle hecho tanto daño."

Asentí, aunque mi mente estaba en otra parte. Necesitaba volver a casa. A la casa de Elisa. Necesitaba asegurarme de que estaba bien.

Cuando llegamos a la casa de Elisa, sentí una mezcla de alivio y angustia. Había sido un día largo y agotador, pero no descansaría hasta saber cómo estaba. Mina salió a recibirnos en la sala principal de la sala.

"La he dejado recostada en su cama," dijo, hablándome con calma. "Le he hecho un análisis físico básico. Parece que el plan de tu padre funcionó... pero está en un estado de invernación, mientras sus células y las de Astrogirl se recuperan. Su cuerpo está trabajando para sanar, pero no sabemos cuánto tiempo tomará."

Asentí, agradecido por su cuidado. Sentía un peso en el pecho que no se aliviaba con sus palabras. "Gracias, Mina," le dije, y me dirigí rápidamente hacia la habitación de Elisa.

Cuando entré en su cuarto, me detuve en seco al verla. Estaba recostada en la cama, con su rostro tranquilo, aunque mostraba algunos rasguños en la mejilla y el cuello. Me acerqué despacio, temiendo de alguna manera romper la paz frágil de la habitación. Me arrodillé al lado de su cama y examiné su rostro. Era increíble cómo alguien tan fuerte, alguien que había hecho tanto por los demás, podía parecer tan vulnerable en ese momento.

Entonces, vi algo en su cuello. Me acerqué más y fruncí el ceño al notarlo: era una cicatriz, una marca que se extendía desde la base de su cuello. No era una cicatriz común, era como las marcas que deja un rayo cuando atraviesa la piel. Mi corazón se encogió. Ese rayo... le había hecho mucho más daño de lo que había pensado.

Toqué suavemente la cicatriz, con la mano temblorosa. La rabia volvió, mezclada con una impotencia que me desgarraba por dentro. ¿Cómo podía haber permitido que esto sucediera? Elisa siempre había sido tan fuerte, tan valiente. Pero ahora, aquí estaba, tendida y vulnerable, por culpa de ese científico maldito y de su ambición desmedida.

Me quedé ahí, arrodillado al lado de su cama, sin saber qué hacer. "Lo siento," susurré, aunque sabía que no podía escucharme. "No debería haber dejado que te lastimara. No debí haber permitido que esto pasara."

Me llevé las manos a la cara, intentando controlar mis emociones. Nunca había sentido tanta impotencia en mi vida. Siempre había sido capaz de proteger a quienes me importaban, pero esta vez había fallado. Había fallado en protegerla, y no podía perdonármelo.

Me quedé a su lado, sin moverme, escuchando su respiración suave y pausada. Sabía que necesitaba tiempo para recuperarse, pero el tiempo parecía una tortura en ese momento. Quería que despertara, que me dijera que todo estaba bien, que volviera a ser la Elisa fuerte y decidida que conocía.

La rabia seguía latente en mi interior, pero por ahora, todo lo que podía hacer era esperar. Esperar y asegurarme de que cuando despertara, estuviera a salvo, sin más monstruos, sin más científicos locos, sin más dolor. Me aseguraría de que nada la lastimara de nuevo.

Soledad de Tinta Gris | Ken Sato/ ULTRAMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora