IX

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Capítulo 9: Piezas del Rompecabezas

Esa noche, después del emocionante partido, Ken, su padre, y yo regresamos a su casa. La atmósfera estaba cargada de una sensación de logro y satisfacción. Ken había brillado en el campo, y el orgullo en los ojos de su padre, el profesor, era evidente. Había estado presente en el estadio, observando con atención cada jugada de su hijo, pero ahora parecía estar más relajado, aunque aún con esa seriedad característica que lo distinguía.

Ken, después de llegar a casa, se disculpó un momento y se fue a bañar para ponerse más cómodo. Era comprensible; el partido había sido intenso, y necesitaba un momento para relajarse y recuperarse. Mientras él se alejaba, me di cuenta de que esta era la oportunidad perfecta para hablar con el profesor sobre algo que había estado rondando mi mente desde hace días. Había descubierto una pieza crucial del rompecabezas que había estado intentando armar, y necesitaba compartirlo con él.

El profesor se acomodó en el sillón, un aire de tranquilidad lo rodeaba mientras se servía una copa de vino. Sus ojos, aunque suaves en ese momento, reflejaban una mente siempre en movimiento, siempre analizando. Me acerqué a él, y al notar mi expresión seria, su semblante cambió ligeramente, dejando entrever una pizca de preocupación.

—Profesor —comencé, sintiendo un nudo en el estómago, pero sabiendo que tenía que decirlo—, hay algo de lo que debo hablar con usted. Es importante, y no podía esperar más.

El profesor dejó su copa en la mesa y se inclinó hacia adelante, prestándome toda su atención.

—Te escucho, Elisa. ¿Qué sucede?

Respiré hondo, ordenando mis pensamientos antes de continuar.

—He estado pensando mucho en lo que hemos vivido últimamente, en los ataques de los kaijus y en lo que me ha estado sucediendo. Y creo que he encontrado una pieza importante que nos puede ayudar a entender quién está detrás de todo esto.

Sus cejas se arquearon ligeramente, indicándome que había captado completamente la seriedad de lo que estaba por decirle.

—¿Una pieza del rompecabezas? ¿De qué se trata? —preguntó con voz calma, pero firme, como si ya estuviera preparándose para analizar la información que le iba a proporcionar.

—Creo que el culpable es el profesor Jonnathan —le dije directamente, viendo cómo su expresión se endurecía ligeramente ante la mención del nombre—. Es un científico que ha estado obsesionado con el poder de los Mounstruos de Vancouver, con la idea de capturarlos y controlarlos para usarlos en sus propios fines. Yo... he luchado contra él en el pasado. Fue durante una misión en la que trató de utilizar un robot gigantesco que él mismo controlaba desde dentro.

El profesor asintió, su rostro grave, pero sin interrumpirme.

—Durante esa pelea, él me lanzó un rayo de energía que, en ese momento, no entendí completamente. Sentí una corriente extraña recorrer mi cuerpo, pero estaba tan concentrada en detenerlo que no presté demasiada atención. Sin embargo, ahora estoy convencida de que ese fue el momento en que algo cambió en mí. Creo que Jonnathan podría ser el responsable de lo que me ha estado sucediendo.

El profesor dejó escapar un suspiro, su mirada fija en algún punto más allá de mí, como si estuviera procesando toda la información que acababa de darle.

—Esto es serio, Elisa —dijo después de un momento, sus ojos volviendo a enfocarse en los míos—. Si el profesor Jonnathan está detrás de todo esto, entonces tenemos que actuar con cautela. Sus conocimientos y su obsesión con los Mounstruos lo hacen extremadamente peligroso.

Asentí, agradecida de que el profesor tomara en serio lo que le estaba diciendo.

—Lo sé, y por eso quería hablar con usted. Creo que él podría ser la clave para entender lo que me está pasando. 

El profesor asintió nuevamente, su expresión sombría.

—Voy a investigar sobre el trabajo de Jonnathan. Intentaré obtener toda la información posible sobre sus proyectos recientes, sus movimientos y sus contactos. Mañana por la mañana te daré los resultados. Pero, mientras tanto, debemos ser muy cuidadosos. No sabemos hasta qué punto ha llegado con sus investigaciones ni cuántas personas pueden estar involucradas.

La tensión en mi pecho comenzó a aliviarse un poco al escuchar sus palabras. Sentía que finalmente estábamos avanzando, que había una dirección clara a seguir. Aunque la incertidumbre seguía siendo grande, tener al profesor de nuestro lado era un gran alivio.

—Gracias, profesor. Sabía que podía contar con usted —le dije con una sonrisa, genuinamente agradecida por su apoyo.

—No tienes que agradecerme, Elisa. Esto es algo que debemos resolver juntos. Y si Jonnathan es realmente el responsable, no descansaremos hasta detenerlo.

En ese momento, escuché los pasos de Ken acercándose desde el pasillo. Decidí no decirle nada por ahora; quería que disfrutara de su noche, que se sintiera orgulloso de su logro sin preocuparse por el peligro que acechaba en las sombras. Guardaría la conversación con el profesor para nosotros dos, al menos por un tiempo.

Ken entró en la sala con una sonrisa relajada, su cabello aún húmedo por la ducha. Se veía cómodo, con una camiseta y pantalones deportivos, una imagen completamente diferente a la del feroz jugador que había dominado el campo esa noche.

—¿De qué están hablando? —preguntó con curiosidad, notando probablemente el cambio de energía en la habitación.

El profesor, sin perder la calma, sonrió y levantó su copa en señal de celebración.

—Estábamos comentando sobre lo bien que jugaste hoy, Ken. Estoy muy orgulloso de ti. Fue un partido impresionante.

Ken sonrió, visiblemente contento por el elogio de su padre.

—Gracias, papá. Fue una noche increíble. Me alegra que hayas podido estar allí para verlo.

Yo me uní a la conversación, esforzándome por mantener la ligereza del momento.

—¡Definitivamente fue un partido emocionante! Ken, estuviste increíble en el campo. Fue un honor poder estar allí para verte.

Ken me dirigió una sonrisa cálida, y por un momento, todo parecía estar en su lugar. Las tensiones y preocupaciones que había sentido antes se desvanecieron ante la simple alegría de compartir ese momento con él y su padre.

La noche continuó en un ambiente tranquilo y feliz. Celebramos el triunfo de Ken con una comida deliciosa en casa, preparada por el propio profesor, quien resultó ser un excelente cocinero. La cena fue sencilla, pero reconfortante, llena de risas y conversación ligera. Era una paz que, aunque momentánea, me dio la fuerza que necesitaba para enfrentar lo que sabía que estaba por venir.

Pero mientras la noche avanzaba, no pude evitar que mi mente volviera una y otra vez a lo que había discutido con el profesor. Sabía que los días siguientes serían cruciales, que tendríamos que actuar rápido y con inteligencia para desentrañar el misterio de Jonnathan y su obsesión con los Monstruos. Pero por ahora, me permití disfrutar de la calma antes de la tormenta, rodeada de personas que se habían convertido en una parte esencial de mi vida.

Cuando la noche finalmente llegó a su fin y nos despedimos, sentí una mezcla de emociones. Estaba agradecida por la celebración tranquila y por la conexión que había sentido con Ken y su padre. Pero al mismo tiempo, había una determinación creciente en mi interior, una convicción de que, pase lo que pase, haría todo lo posible para detener a Jonnathan y proteger a aquellos que me importaban. Y con esa determinación, me fui a dormir,

Soledad de Tinta Gris | Ken Sato/ ULTRAMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora