XIV

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Capítulo 13: Confesiones inesperadas

El día comenzó como cualquier otro, al menos en apariencia. Me levanté temprano, como siempre, y después de una rápida ducha, bajé a la cocina para preparar el desayuno. Mis pensamientos no dejaban de gravitar alrededor de Elisa, como había sido constante durante los últimos días. Sus signos vitales seguían estables, pero ella no despertaba, y eso me tenía más inquieto de lo que estaba dispuesto a admitir en voz alta.

Me senté en el sofá con una taza de café, y mientras almorzaba, decidí encender la televisión. Tal vez las noticias me distraerían un poco de la angustia que sentía. Apenas habían pasado cinco minutos cuando los titulares comenzaron a aparecer. Mi nombre estaba por todas partes, algo a lo que ya estaba acostumbrado como jugador de béisbol profesional, pero esta vez no se trataba de mis logros deportivos.

"Ken Sato, estrella de los Giants de Japón, fue visto en la casa de la ex corredora olímpica Elisa Hansen. La tensión surgió cuando el exnovio de Hansen, Elioth Thomson, apareció en su casa ayer por la tarde. Fuentes cercanas informan de una confrontación física entre Sato y Thomson."

Mi estómago se revolvió al escuchar eso. La noticia no solo había sacado a la luz la disputa con Elioth, sino que también implicaba a Elisa, y eso era algo que no quería que sucediera. Lo último que ella necesitaba, en su condición, era estar bajo el ojo público. Al menos, ahora tenía respuestas acerca del tipo que había venido ayer. Elioth Thomson, el "novio" arrogante de Elisa, ahora reducido a un ex. No entendía cómo alguien como Elisa había estado con un tipo como él. La sola idea me incomodaba, y la frustración comenzó a apoderarse de mí.

Apagué el televisor con un gesto brusco y dejé la taza de café sobre la mesa con más fuerza de la que pretendía. No tenía ganas de ver ni escuchar más. Mi padre seguía encerrado en su habitación, analizando la tecnología del rayo que había utilizado el profesor contra Elisa, lo que significaba que solo Mina y yo estábamos en la sala. Me recosté en el sofá, cerré los ojos e intenté despejar mi mente. Pero claro, eso no iba a durar mucho.

"Ken, ¿estás enamorado?"

Abrí los ojos de golpe, sorprendido por la pregunta. Mina estaba frente a mí, sus palabras me habían tomado completamente desprevenido.

"¿A qué viene eso, Mina?" dije mientras casi escupía el café que acababa de tomar. Mi pulso se aceleró, pero traté de mantener la calma. "¿Por qué me preguntas algo así?"

Mina, siendo un androide altamente avanzado y programado para monitorear todo, no tenía pelos en la lengua ni rodeos. "He notado que tu corazón se acelera cada vez que mencionan a Elisa," explicó con su tono monótono pero claro. "Y cada vez que sales de su habitación, tu pulso está más elevado y muestras signos de ansiedad. Además, hace unos momentos, tu corazón volvió a acelerarse cuando la viste en las noticias."

Solté un suspiro de exasperación, llevándome una mano al rostro. No podía creer que estuviera teniendo esta conversación con un androide. "Mina, a quien deberías monitorear es a Elisa, no a mí," respondí tratando de desviar la conversación.

"Estoy programada para cuidarte a ti, Ken," replicó ella con una lógica implacable. "Y no has respondido a mi pregunta."

Me quedé en silencio por unos momentos, tratando de encontrar la forma correcta de responder, o al menos, una forma de evadir el tema. Pero era difícil engañar a Mina, siempre lo ha sido. Sus análisis no se basaban en emociones, sino en datos concretos, y sabía que era inútil tratar de negarlo.

"Puede ser," murmuré finalmente, casi en un susurro, mientras tomaba otro sorbo de café. El amargor del líquido no ayudaba a calmar mi nerviosismo.

"Tu corazón se ha acelerado de nuevo," señaló Mina, como si estuviera leyendo un reporte médico. "Eso indica que lo que acabas de decir no fue una afirmación completa. Hay más en ello."

"¡Mina, deja de monitorearme todo el tiempo, por favor!" La irritación en mi voz era evidente. Sabía que Mina no lo hacía con malicia, pero su capacidad para analizar mis signos vitales y emociones estaba llevándome al límite. Me levanté del sofá de golpe, dejando la taza de café sobre la mesa, y comencé a caminar por la casa, tratando de despejarme.

Mientras caminaba, mis pensamientos se agolparon en mi mente, mezclándose en un torbellino de confusión. No podía negarlo por más tiempo, al menos no a mí mismo. Cada vez que veía a Elisa, cada vez que la miraba, sentía algo profundo que iba más allá de la preocupación por su bienestar. No era solo el deseo de protegerla. Era algo más, algo más fuerte y más complicado. Mi corazón latía con fuerza cada vez que pensaba en ella, y eso me aterraba.

Me detuve frente a una ventana que daba al jardín trasero, mirando el cielo azul y despejado. A lo largo de mi vida, siempre había sido alguien que sabía exactamente lo que quería. Nunca tuve dudas cuando se trataba de mis metas, ya fuera en el béisbol o en cualquier otra cosa. Pero ahora, con Elisa, todo era diferente. Ella era diferente.

Me apoyé contra el marco de la ventana, cerrando los ojos por un momento. Nunca había sentido algo así antes, y eso me asustaba. Elisa era alguien increíble, fuerte, independiente, pero también vulnerable en este momento. ¿Cómo podía siquiera pensar en mis propios sentimientos cuando ella estaba en ese estado, sin siquiera saber cuándo o si despertaría?

Mina se acercó detrás de mí, como si hubiera detectado que mis niveles de estrés seguían en aumento. "Ken, es importante que reconozcas lo que sientes. Si no lo haces, afectará tu rendimiento y tu capacidad para tomar decisiones claras."

Me giré hacia ella, un poco sorprendido por la forma en que lo había dicho. Mina no era solo un androide. Desde que la conocía, había aprendido que aunque seguía siendo lógica y precisa, había desarrollado un tipo de comprensión que iba más allá de su programación original.

"Lo sé, Mina," admití finalmente, mi voz baja y seria. "Sé que estoy... que siento algo por Elisa. Pero no sé qué hacer con eso. No en este momento."

"Lo importante es que lo reconozcas, Ken. Eso es el primer paso."

Asentí lentamente, agradecido, aunque fuera de una forma extraña, por su ayuda. No tenía todas las respuestas, pero al menos, ahora podía ser honesto conmigo mismo.

Soledad de Tinta Gris | Ken Sato/ ULTRAMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora