XVII

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Capítulo 17: La investigación del rayo

Días después de que Ken comenzara a contarme nuestra historia, comencé a indagar más sobre el accidente y lo que había sucedido realmente. Mi recuperación física progresaba, pero mentalmente seguía atrapada en un vacío. La casa, mi habitación, todo parecía vagamente familiar, pero con una distorsión incómoda que no lograba comprender.

Una tarde, mientras estaba en mi habitación descansando, escuché a Ken y su padre discutir en el laboratorio. No era raro que hablaran de ciencia, pero esta vez algo en su tono me llamó la atención. De inmediato me puse en alerta y bajé las escaleras en silencio, acercándome al laboratorio para escuchar mejor.

—Papá, como te dije, ese rayo no era solo energía pura —dijo Ken, con una seriedad que me dejó inmóvil—. Destruye células, pero también parece que ha causado algo más en Elisa.

—¿Destruye células? —pregunté, interrumpiendo la conversación y haciéndolos voltear hacia mí.

Ambos me miraron, sorprendidos. Ken se veía incómodo, claramente no había querido involucrarme en esa discusión todavía. Su padre, en cambio, se veía más pensativo, como si hubiera estado esperando este momento.

—Elisa... —comenzó Ken, con la mandíbula tensa—. No queríamos alarmarte antes, pero es necesario que sepas qué sucedió con ese rayo. Fue lo que provocó tu estado actual. Tu poder... se dañó.

—¿Mi poder? —Pregunté, sintiendo un nudo en la garganta. "Astrogirl", la heroína que había sido parte de mí, parecía un eco distante en mi mente. Sabía que había sido poderosa, pero no recordaba la sensación, ni los detalles de lo que había hecho como ella.

—Sí, Elisa —intervino su padre, con un tono más calmado—. El rayo al que fuiste expuesta no era una simple energía. Destruye las células a nivel molecular, lo que afectó directamente tu habilidad para transformarte en Astrogirl. Por eso perdiste la memoria y te encontraste en un estado tan debilitado.

Me quedé quieta, procesando sus palabras. Ken asintió mientras su padre continuaba hablando.

—Cuando te convertías en Astrogirl, tenías la capacidad de absorber y manipular energía pura. Pero este rayo que te golpeó no era pura energía. Era una mezcla desconocida, lo que dañó tus células en lugar de potenciarlas. Cada vez que intentabas usar tus poderes, en vez de energizarte, las células se autodestruían poco a poco.

—Entonces... ¿qué significa eso ahora? —pregunté, mi mente en una maraña de confusión. Intentaba recordar cómo se sentía ser Astrogirl, pero todo estaba nublado. Mi vida como Elisa y como la heroína estaban separadas por un muro invisible.

Ken dio un paso adelante, inclinándose hacia la mesa donde había datos esparcidos. Señaló un gráfico, una representación de mis células antes y después del impacto del rayo.

—Elisa, el rayo te dejó en un estado de coma prolongado porque tu cuerpo necesitaba recuperarse del daño. Fue tanto el impacto que tu memoria también quedó afectada. Por eso no recuerdas lo que pasó antes del accidente. Pero... —Ken hizo una pausa, como si estuviera tratando de encontrar las palabras adecuadas—, creemos que el rayo, a pesar de haber dañado tus células en un principio, podría haber comenzado a repararlas. Lentamente.

—¿Repararlas? —Mis ojos se abrieron con asombro—. ¿Estás diciendo que... podría recuperar mi poder?

Su padre asintió.

—Lo que hemos estado observando es que tu cuerpo está reaccionando de una manera diferente a lo que esperábamos. Parece que la exposición prolongada a esa energía no solo te dañó, sino que también provocó una especie de regeneración celular. Aunque aún no entendemos del todo cómo, creemos que el proceso podría estar activando tus habilidades nuevamente.

Mi corazón comenzó a acelerarse. Después de tanto tiempo sintiéndome débil, sin saber quién era ni qué había sido, la posibilidad de recuperar lo que había perdido era abrumadora.

—Pero, Elisa, esto no es seguro —advirtió Ken, acercándose—. Si intentas volver a ser Astrogirl sin estar completamente recuperada, el daño podría empeorar. Ese rayo no era una solución, fue una intervención de último recurso, y aunque parece que tu cuerpo está reaccionando de manera positiva, no podemos predecir qué podría pasar si fuerzas el proceso.

Tomé una respiración profunda, sintiendo cómo las piezas comenzaban a encajar lentamente. El rayo, aquel que me había dejado inconsciente durante tanto tiempo, era una especie de doble filo. Me había herido, pero también, de alguna manera, estaba arreglando lo que se había roto dentro de mí.

—Recuerdo que... antes del accidente, había un plan —murmuré, tratando de acceder a los fragmentos de mi memoria—. ¿El rayo era parte de eso?

Ken asintió.

—Sí, Elisa. Sabíamos que tu poder estaba fuera de control, y que cada vez que te transformabas, tus células se destruían lentamente. El plan era exponerte al rayo para intentar revertir ese daño. Pero algo salió mal... no sabemos si fue la intensidad o la naturaleza del rayo lo que afectó tu memoria

—¿Y ahora? —pregunté, sintiendo la esperanza y el miedo entrelazarse en mi pecho—. ¿Podríamos intentarlo de nuevo?

Ken y su padre se miraron, y pude ver la duda en sus rostros.

—No. —respondió su padre—. Tus poderes se han regenerado bien y tu cuerpo ha reaccionado bien pero para recuperar tu memoria la respuesta no es el rayo nuevamente, esperamos que el tiempo sea la cura.

La sala quedó en silencio mientras procesaba lo que acababan de decirme.

Soledad de Tinta Gris | Ken Sato/ ULTRAMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora