IV

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Capítulo 4: Las Revelaciones de un Poder Inestable

Al llegar de nuevo a la casa de Ken, noté que había alguien más en la entrada. El hombre, que rápidamente reconocí como su padre, nos esperaba con una expresión serena pero seria. Estaba claro que nos había estado aguardando.

—Me dijo Ken que te llevó a la ciudad —dijo el hombre, mirándome con curiosidad—. Así que me quedé para esperarles. ¿Qué te pareció Tokio?

Me sorprendió lo cordial que era, su voz era calmada y mostraba interés genuino en mi opinión. Sonreí un poco, intentando no mostrar lo cansada que realmente estaba.

—Es muy hermoso —respondí con sinceridad—. El aire es muy diferente al que estoy acostumbrada a respirar en Vancouver. Todo aquí parece... más vivo.

El padre de Ken asintió, satisfecho con mi respuesta.

—Qué bueno que te gustó. —Hubo una pausa antes de que su expresión cambiara a una más seria—. Tengo los resultados de tus escaneos y análisis. Tu estado humano está sano y en buenas condiciones, pero al volverte Astrogirl, tus átomos cambian a un grado peligroso. Es como si estuvieras atrapada en un bucle o pausa que te deja en un estado herido al instante. Como si algo estuviera mal con tus circuitos... o los de Astrogirl, mejor dicho. Una sobrecarga de energía pudo haberte causado esto.

Sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral mientras lo escuchaba. La idea de que mi transformación pudiera estar dañándome de manera tan profunda y permanente era aterradora.

—No tiene sentido —dije, negando con la cabeza—. Puedo absorber energía y no me hace daño, siempre y cuando la expulse o la use de inmediato. Nunca he tenido una sobrecarga.

Intenté recordar cada batalla, cada enfrentamiento. Pero todo parecía borroso, las peleas se mezclaban unas con otras. Era difícil precisar un momento exacto donde las cosas hubieran empezado a ir mal.

El padre de Ken frunció el ceño, pensativo.

—Tal vez la energía o el ataque de algún monstruo no eran compatibles contigo y te causaron esto —sugirió—. Necesitas investigar desde cuándo tienes el problema para descubrir qué monstruo pudo haber sido.

Me comencé a desesperar, el miedo y la ansiedad comenzaron a trepar por mi pecho. Mis manos temblaban ligeramente, y sentí como si un nudo se formara en mi garganta.

—Me tomará tiempo —admití con un tono que traicionaba mi creciente frustración—. Cuando me di cuenta de lo que pasaba, ya sólo podía usar el poder de Astrogirl por quince minutos. Y desde entonces, el tiempo de transformación ha ido disminuyendo.

Ken, que había permanecido en silencio hasta ahora, intervino con su típica energía calmante.

—No tienes que preocuparte por el tiempo. No tengo ninguna prisa para que te vayas. Lo importante es tu salud —dijo, intentando ofrecerme un poco de consuelo.

Su voz era reconfortante, pero no podía evitar sentirme abrumada. La idea de que mi poder, algo que siempre había considerado una bendición, pudiera estar volviéndose en mi contra era más de lo que podía soportar en ese momento.

—Puedes ir pensando y anotando qué batallas tuviste —sugirió el padre de Ken—. Yo revisaré las noticias y trataré de identificar qué tipo de monstruo podría haber sido el responsable, para que podamos encontrar una solución.

Asentí, aunque todavía me sentía desorientada y perdida. Ya era de noche, y la casa estaba envuelta en una calma que contrastaba con la tormenta dentro de mí. El padre de Ken se despidió cortésmente y se fue a su casa para continuar con su investigación, dejándonos a Ken y a mí en el vestíbulo.

—Si necesitas algo, estaré en la sala —dijo Ken con suavidad, notando mi estado de ánimo.

—Gracias —respondí débilmente, dándole una pequeña sonrisa antes de dirigirme a mi habitación temporal.

Cerré la puerta detrás de mí y me dejé caer en la cama, con el peso de la incertidumbre y el miedo presionando sobre mi pecho. Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos, pero las parpadeé, negándome a llorar. Necesitaba claridad, necesitaba entender qué estaba pasando conmigo.

Miré el techo por un momento, mi mente corriendo en círculos alrededor de todo lo que el padre de Ken había dicho. "Tus átomos cambian a un grado peligroso..." Esas palabras resonaban en mi cabeza, una y otra vez. Era como si mi cuerpo estuviera intentando rechazar la transformación, como si Astrogirl y yo fuéramos dos entidades separadas luchando por el control.

Me levanté de la cama con determinación, caminando hacia la pequeña mesa que había en la esquina de la habitación. Saqué un cuaderno de mi bolso y un bolígrafo, decidida a seguir el consejo del padre de Ken. Tenía que intentar recordar cada batalla, cada enfrentamiento que podría haber causado este daño.

Comencé a escribir, mi mente retrocediendo en el tiempo. La primera vez que noté que algo estaba mal fue hace unos meses. Mis transformaciones eran cada vez más cortas, más dolorosas. Recordé una batalla en particular con un monstruo que emitía una energía extraña, algo que nunca había sentido antes. ¿Podría haber sido ese el momento?

Las palabras fluían de mi bolígrafo mientras anotaba cada detalle que podía recordar. La sensación de la energía, el dolor agudo que sentí por primera vez después de esa pelea, el zumbido en mis oídos que no desaparecía. Podía sentir mi corazón latir con fuerza mientras escribía, la ansiedad creciendo con cada palabra.

Después de una hora de escribir, me detuve y dejé escapar un largo suspiro. Mi cabeza dolía por el esfuerzo de intentar recordar, pero sentía que estaba empezando a entender un poco más. Sabía que esto era solo el comienzo, que aún quedaba mucho por descubrir, pero al menos ahora tenía un punto de partida.

Miré el cuaderno lleno de notas y suspiré. "Esto es solo el principio", pensé. Necesitaba encontrar la causa de mi problema y solucionarlo antes de que fuera demasiado tarde. Tenía que hacerlo. Por mí, y por las personas que contaban conmigo como Astrogirl.

La puerta de la habitación se abrió lentamente, y Ken asomó la cabeza con una expresión preocupada.

—¿Todo bien? —preguntó en voz baja, casi como si temiera interrumpir mis pensamientos.

Asentí, dándole una pequeña sonrisa cansada.

—Sí, solo... tratando de recordar todo lo que pueda. No quiero dejar nada sin revisar.

Ken entró en la habitación y se acercó, mirándome con una expresión de comprensión.

—Te entiendo. Pero no te presiones demasiado, Elisa. Esto llevará tiempo, y no estás sola en esto.

Sentí un nudo en la garganta ante sus palabras. La amabilidad y el apoyo que mostraba eran más de lo que esperaba, y de alguna manera, eso hacía que fuera más difícil contener mis emociones.

—Gracias, Ken —susurré—. En serio, gracias por todo.

Ken sonrió, su energía calmante aún presente.

—No tienes que agradecerme. Somos un equipo ahora, ¿recuerdas?

Asentí, sintiéndome un poco más tranquila por primera vez en todo el día. Quizás, con la ayuda de Ken y su padre, podría resolver este misterio y encontrar una manera de controlar mi poder sin destruirme en el proceso.

—Descansa un poco, ¿sí? Mañana será otro día y podemos seguir trabajando en esto —dijo Ken antes de salir de la habitación.

Me quedé sentada en la cama, mirando la puerta cerrada por un momento antes de apagar la luz. Me acurruqué bajo las sábanas, dejando que el cansancio finalmente me alcanzara. Tenía mucho en qué pensar, mucho por hacer. Pero por ahora, lo único que podía hacer era cerrar los ojos y dejar que el sueño me llevara, esperando que el día siguiente trajera consigo respuestas.

Soledad de Tinta Gris | Ken Sato/ ULTRAMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora