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Después de casi tres horas manejando ya había llegado a la hacienda, me gustaba estar aquí pero sentía que algo me faltaba, cómo si una parte de mi se hubiese quedado en Agua Azul.
Escuchar a Monserrat y Alejandro bajándose de su camioneta me sacó de mis pensamientos.
—Ayúdanos con las maletas ¿no?
Dije hacia Juventino que desde que baje de la camioneta no quitaba su vista de mi.
—¿Todo bien? —preguntó mi hermano a Juventino
—No, no, Alejandro, tenemos una pena muy grande, es que..., se murió mi hermano
—¿Qué? —dijimos Alejandro y yo al unísono
—¿Falleció Gaspar? ¿cuándo? —preguntó mi hermano con sorpresa
—Justo acabamos de regresar del panteón lo enterramos esta mañana
—Pero ¿qué le pasó? —pregunté
—Gaspar iba a Agua Azul a llevarles unos papeles, entonces, se encontró con unos asaltantes que le quitaron la camioneta, me lo mataron —respondió entre lágrimas
—¿Y María?
Y cómo si la hubiese invocado escuchamos su irritante voz, lamentaba lo que le había pasado a su padre pero ella simplemente es insoportable.
—Juventino acaba de contarnos lo de tu padre, lo siento mucho María
—Estaba tan enojada contigo, pensé que ni siquiera por mi papá ibas a querer venir a verme pero me equivoqué, ya estás aquí, te extrañe
—Eh, María —la separó de él —ella es Monserrat, mi esposa
—¿Te casaste? —preguntó incrédula y comenzó a llorar para después irse corriendo
—¿Y esa mujer? ¿quién es? —preguntó Monse cuándo estuvo a nuestro lado
—La hija del capataz, su papá acaba de morir
—Pero igual sigue siendo insoportable eh —continué y subí las escaleras para poder entrar a la casa dejándolos atrás
—Estoy muy cansada del viaje, solo quiero darme un baño y recostarme —explicó Monse cuándo estábamos en la sala
—¡Alejandro!, ¡Samantha! —Dominga corrió a abrazarnos —pero que gusto verlos
—Igualmente Dominga —dije correspondiendo su abrazo
—Mira, te presento a Monserrat, mi esposa —presento Alejandro a la rubia
—Mucho gusto señora
—Dominga pídele a una empleada que prepare el baño para la señora, por favor —pidió mi hermano
—Enseguida Alejandro, ¿van a comer al rato? —preguntó Dominga antes de irse