18

35 9 1
                                    

Sonreí mientras escuchaba más pasos por el pasillo. Tae apareció bostezando sonoramente, lo que hizo que Jimin refunfuñara y abriera los ojos.

—Ugh, odio dormir en el salón —se quejó, frotándose los ojos—. Es una tortura tener que oírlos.

—Pues vete a tu habitación o a tu apartamento —Suga lo miró con mala cara.

—No es una opción viable para mí —Jimin se sentó en la barra, aún medio adormilado—. No me gusta estar solito. Buenos días, Aleja. Hoy te ves genial.

—No empieces —Tae puso los ojos en blanco, pasando detrás de mí.

—¿Ahora ni puedo decirle cosas bonitas? La censura en esta casa cada vez es peor —Jimin fingió indignación.

—¿Y Jungkook? —preguntó Tae.

—Oh, ahora no solo me censuran, también me ignoran. Qué bonito —dijo Jimin.

—Jimin... —suspiré.

—Menos mal que tú no me ignoras cuñadita.

—Está durmiendo —le respondí a Tae, intentando cambiar de tema.

—Deberías ir a despertarlo, tiene una reunión en Calvin Klein en una hora —dijo Tae.

Me puse roja al recordar el despertador volando por la habitación anoche, cuando le quité la camisa de un tirón y mi mano chocó con él, cuando intentó recogerlo le dije que luego nos acordaríamos, pero quizás no lo hicimos.

—Eh... —intenté disimular—. Creo que se nos olvidó...

—Ya veo —Tae me miró con una sonrisa cómplice—. Estaban ocupados, ¿no?

—Voy a despertarlo —me apresuré a subir las escaleras.

Efectivamente, Jungkook estaba dormido. No sé cómo podía dormir tanto; temprano me llevó al instituto, luego fue a entrenar y ahora estaba rendido. Me acerqué cuidadosamente y le moví el hombro.

—Jeon.

Murmuró algo, frunciendo el ceño, y giró la cabeza hacia el otro lado.

—Vas a llegar tarde a la sesión.

—Qué pena —respondió, acomodándose de nuevo para seguir durmiendo.

—¿Me vas a obligar a usar mis armas pesadas?

—No me voy a mover —dijo, acomodándose aún más en la cama.

Pasé por el lado de la cama y abrí las ventanas. Jungkook frunció el ceño cuando la claridad le dio en la cara.

—Ugh, me recuerdas a mi madre...

—Despierta. Ya.

—Dispirti yi... —me imitó con una voz adormilada.

Me acerqué a él, divertida, y trepé por la cama hasta quedar tumbada sobre su espalda. Ni siquiera se removió por el peso.

—Vamos, levántate o llegarás tarde.

—Si no voy, no puedo llegar tarde —murmuró, manteniendo los ojos cerrados.

—Vamos, Jeon, deja de ser un niño —le di un beso en el hombro—. Tienes responsabilidades.

—¿No dijiste que soy un niño? Los niños no tienen responsabilidades.

Quería darle unos minutos más. Vi que sonreía cuando pasé mi nariz suavemente por su oreja.

—Así no vas a conseguir precisamente que me levante, Ale... —abrió los ojos y me miró de reojo con una sonrisa pícara.

—Tienes que ir a la reunión.

Todo comenzó... Por una relación abierta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora