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Me adentré en el edificio y vi a Rose sumergida en su celular, tan absorta que no notó mi entrada.

— ¡ROSEEEE! — Grité, asustándola. No pude evitar reírme.

Rose pegó un brinco y casi se le cae el celular.

— ¡Muy graciosa, Alejandra! — Se tocó el pecho, aún asustada.

— Lo siento — dije, riendo. — Estabas muy perdida en tu mundo. ¿Qué te tenía tan concentrada?

— Chismes de la farándula. — Guardó su celular en el bolsillo y me miró con curiosidad. — ¿Vas a la fiesta de los chicos?

— Sí. — Giré los ojos. — Jungkook vendrá por mí a las 9.

Rose abrió los ojos, muy sorprendida.

— ¿Jungkook? ¿Jeon Jungkook? — Levantó una ceja. — ¿El Jungkook que yo conozco?

— Sí, ¿hay otro? — Respondí divertida. — Dime que no hay otro Jungkook porque no sabría cómo lidiar con dos.

— Serás boba. — Rió Rose. — Qué raro... Jungkook no es de buscar a nadie.

— Bueno, quizás le doy pena. — Levanté los brazos en un gesto exagerado.

— Claro... penaaaa... — Rose puso los ojos en blanco y volvió a mirar su teléfono.

Me despedí de Rose, quien dijo que también se iría a arreglar. Subí a la habitación, me tiré en mi cama y cerré los ojos por un momento. Tenía en mi mente el momento en que toqué a Jungkook en el parque y estaba deseando volver a hacerlo. ¿Raro, verdad? Suspiré y abrí los ojos, mordiendo mi labio inferior, y sonreía como una niña pequeña.

Lisa no estaba, así que supuse que la vería allá. Vive más con los chicos que aquí. Me adentré al baño para darme una ducha, lavé mi cabello y salí con la toalla puesta. Caminé hacia mi closet, revisando toda mi ropa, pero nada me convencía. Nunca me había preocupado tanto por verme bien.

Mientras veía los vestidos que tenía y decidía cuál colocarme, mi celular comenzó a sonar. Era el idiota de Mingyu. Muy a mi pesar, contesté.

— ¿Qué quieres, Mingyu? — Dije sin ocultar mi molestia.

— Hola, bonita. Solo quería saber cómo estás y... si piensas en mí.

— Estoy bien. — Respondí con frialdad. — Y no, no he pensado en ti.

Hubo un silencio incómodo antes de que él hablara de nuevo.

— Alejandra, sabes que me importas. No me gusta que estemos así.

— ¿Así cómo, Mingyu? — Repliqué, sintiendo la irritación crecer. — ¿Cómo si todo fuera normal después de lo que me dijiste?

— Te pedí una relación abierta, sí, pero porque no quiero perderte. No quiero que te sientas atrapada.

Solté una risa amarga.

— ¿Atrapada? Mingyu, me estás pidiendo que acepte que estás con otras chicas mientras tú no puedes soportar la idea de que yo tenga amigos hombres. Es ridículo.

— No es así, Alejandra. Solo quiero que tengamos libertad.

— ¿Libertad? — Repetí. — Bueno, disfruta tu libertad. Tengo cosas que hacer. Adiós, Mingyu.

Colgué antes de que pudiera responder, dejando el teléfono a un lado. Respiré hondo, tratando de calmarme. Esta noche no dejaría que Mingyu arruinara mi humor. Encontré un vestido que me pareció adecuado y lo dejé listo.

Me vestí con cuidado, terminé de colocar mis accesorios plateados, unos tacones negros que combinaban con el vestido negro que dejaba la espalda descubierta. Me maquillé como nunca lo había hecho: delineé mis ojos, perfilé mis pestañas y pinté mis labios de un rojo intenso. Acomodé mi cabello, me puse perfume y me miré en el espejo. Whoaa, ni yo me reconocía. Suspiré y sonreí. Con el maquillaje, mis ojos marrones parecían más brillantes y mi mirada era más intensa de lo que ya era.

Todo comenzó... Por una relación abierta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora