«Corazón homicida»

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Tu piel era fina como un hojaldre, tan fina, que al tocarla, me corté.

La herida al principio no dolía en lo absoluto, a pesar de sentir la sangre goteando hice caso omiso, porque sólo me bastaba recordar que me la habías hecho tú para que no doliera.

Se volvió constante, cada vez que intentaba tocarte de nuevo me cortaba, pero seguía haciendo caso omiso. Me gustaba acariciarte, darte de mi amor, aunque eso me hiciera daño a mí misma.

Para mí, era suficiente una sonrisa, después de todo, eso recompensaba toda la sangre que perdía al día.

Iba por la vida con mi herida a la luz, pero siempre me encargaba de presumir que me la había hecho el chico del cual estaba enamorada. Las personas me veían raro, y no entendía porqué. Para mí, me lastimabas de manera inconsciente porque, ¿quién le haría daño a la persona que ama?

Yo era feliz con mi herida, pero poco a poco la sangre comenzó a volverse escasa, y ya me estaba comenzando a doler tanto que sentía que no iba a poder más. Entonces busqué nuevamente tu piel, la misma que me había hecho la herida.

Le pregunté si había sido su intención lastimarme de tal manera, porque cuando lo desmintiera de nuevo dejaría de doler.

Esta vez, solo encontré indiferencia y el dolor incrementó de una manera inimaginable, entre gritos le pregunté a tu corazón si quería matarme, pero mis gritos no fueron escuchados.

Cuando la sangre comenzó a faltar la debilidad se hizo presente. Sólo necesitaba un poco más de ti para que el dolor desapareciera de nuevo, pero ya tú no estabas. Entonces comencé a sentir como desfallecía ante tu indiferencia.

Joder, parecía que no sentías nada por mí, y creo que eso me dolió muchísimo más.

Cansada, débil y sin fuerzas me acerqué una vez más a tu piel. Lucía igual de hermosa que siempre, y en un susurro, le pregunté, «¿realmente me amaste?»

Ella respondió por última vez «Estoy confundido sobre eso, tal vez no lo entenderías. Pero si me tocas una última vez, podrías sentirte mejor»

Así que lo hice, toqué tu piel y esta volvió a herirme. Pero esta vez, ya no pude soportarlo más. Así que corrí en medio de la agonización lejos de ti e intenté curar mi herida sola.

Pero algo si fui a saber. Y es que todo el daño que me causaste quizás no fue intencional, simplemente, sabías que tenías demasiado entre tus manos, y a pesar de tu piel perfecta, no aguantaste la presión.

Y no hablo de piel, ni heridas físicas precisamente.

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