Sal de mi mente.
A veces me cuestiono qué fue lo que hiciste para incrustarte tan fuerte en mí, en el fondo de mi ser. Es decir, sí, vivimos muchas cosas, sí, fuiste mi primer amor.
Sí, te amé demasiado.
Sin embargo, no entiendo el porqué sigo aferrándome a tu recuerdo. Mis labios en línea se encuentran resecos. He perdido la vida de mi cuerpo. Te llevaste de mi alma contigo, y no sé por dónde está justo ahora.
¿Dónde quedó toda esa gracia, todo ese humor, toda esa forma de ser tú mismo que me cautivó tanto desde en que te conocí? ¿Dónde quedaste tú, mi cielo? ¡¿Dónde estás?!
Me siento en medio de un abismo, a punto de volver a caer a ese hueco negro que por tanto tiempo me ha acompañado. Pero esta vez no tengo miedo, porque poco a poco, y sin quererlo, he tenido que acostumbrarme a la oscuridad que está en mí.
A ese vacío que hoy me acompaña.
Eras mi chico, eras mi sol, ese que creía que me hacía brillar.
Sé que nada de lo que soy te lo debo. Pero en algo si tuviste razón. Me cambiaste, me cambiaste dos veces. Una más dolorosa que la otra.
La primera vez, cuando era esa niña que se encerraba entre sí misma por miedo a ser excluída o rechazada. Esa niña introvertida que sólo metía la cabeza en un libro y no hablaba con absolutamente nadie, que vivía siempre deprimida, esa niña que odiaba los abrazos. Esa niña que consideraba su vida como una vida gris.
Me convertí en alguien risueña, llena de vida. Me contagiaste tu humor, tus locuras, tu sonrisa. Comencé a conocer quien era gracias a ti. Seguía leyendo, pero ahora, había algo distinto. Ya no era introvertida, todo lo contrario a eso, adoraba los abrazos, particularmente si venían de ti. Y dejé de considerar mi vida como una gris, ahora, era un arcoiris.
La segunda, la etapa más dolorosa de todas. Fue cuando detruiste esa persona que habíamos tardado tanto en crear. Esa niña risueña, llena de vida, que veía la vida como un regalo y destilaba amor y corazoncitos cuando hablaba. Esa niña que era dependiente y que dejó que muchas personas que no lo merecían entraran a mi vida.
Me convertí en alguien subjetiva. Observadora. Cautelosa. En esa niña que, antes de poder llamar a alguien amigo tenía que conocerlo muy a fondo. Esa niña que tenía el miedo constante a que la hicieran sufrir, me convertí en esa niña que fui al principio, pero ahora, con más experiencia y sedienta de encontrar de nuevo su verdadero yo.
Y es que ese fue y sigue siendo mi problema. Creer que soy quien soy gracias a ti. Cuando la verdad, es que con tan solo ser yo misma puedo deslumbrar a muchas personas en el mundo. Menos a dos.
A dos personas que conocemos perfectamente.
A ti.
Y a mí.
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ALMA.
Historia CortaAmar jamás está mal. Y atreverse, tampoco. Sentir, es completamente natural, y llorar, también lo es. Quizás en algún punto creíste que el para siempre se cumpliría. Y no fue así, entonces solo necesitas encontrar una cura para tu alma. Algo que te...