Capítulo 11

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Los videos de la cámara de vigilancia eran evidentes. Aclararles lo que sucedió en realidad en ese metraje, era perder el tiempo. Sin importar como acabaron las cosas, la manera en que empezó es evidente.

Asalté a Gisella en la sacristía, armado, la saqué a la fuerza e intentó huir. He tenido que ver ese metraje varias veces y en cada una de ellas mis ojos se han detenido en la figura en traje rosa que sigue nuestros pasos, sonriente y ajena a lo que sucede.

En ese momento me cegaba la ira, sed de venganza y desesperación, en mi cabeza solo estaba las palabras de Senna. Yuliana Gisella Montgomery, había abortado mi hijo. Le resté importancia a la niña, por imaginar que era hija de alguna amistad o familiar.

Hoy que el metraje me lo permite, puedo ver como nuestra hija, caminó hacia los dos sin dejar de reír. Pensando que se trataba de un juego entre la mujer que llamaba Gis y el desconocido. Sus padres, con quienes de manera vil le impidieron crecer.

Mi hija, no puedo dejar de pensar viendo como el investigador detiene la imagen por enésima vez. Ocho meses atrás, las únicas dos palabras que salían de sus labios eran papá y mamá. Fue con nosotros, sus padres, que abrió sus pétalos como una maravillosa flor. Su repertorio sigue limitado, pero no como en esa cinta. ¿Le hacían algo los Sullivan que le limitaba hablar? Ella corre peligro y su madre, de ser así.

—Deseo ver a mi hija, mi esposa y saber el estado de salud de mi padre —pido y el oficial se burla de mi pedido, al tiempo que cruza sus brazos y se balancea en la silla en la que está sentado sin soltar el mando de la TV.

—Lo dejó agonizante en ese lote baldío ¿Pretende que le crea que le importa? —juega con el mando de la TV sosteniendo mi mirada por largo tiempo. —me sorprende su descaro señor Giles.

—Y a mí la destreza que, según ustedes, tengo.

Llevo mi mano al cuello de mi camisa y de allí al pecho que froto una y otra vez. Las malditas esposas impiden ciertos movimientos. Una pequeña e imperceptible opresión en mi pecho me hace inspirar largo e ir soltando el aire de forma pausada.

—Secuestré a mi hija y a su madre, pedí, rescaté por ellas, lo recibí, ataqué a mi padre, al abuelo de mi hija y me casé. —enumero en tono lento y con la opresión en mi pecho aumentando —todo esto en menos de treinta horas y sin ayuda.

—Su hermano le brindó una mano.

Cesa en balancear la silla, suelta el mando de la TV y apoya ambas manos en la mesa. Inclina su cuerpo hacia mí y lo que sale de sus labios es dicho con una sonrisa de satisfacción en su rostro.

—Usted atacaba a la novia, su hermano, al novio. —describe —hemos tenido mucho tiempo en investigarlos, señor Giles. Me costó unir pistas.

—Una perdida de tiempo, por lo que veo ¿Ha visto está Hunter?—respondo alejando la mano de mi pecho —En cuanto a mis planes, nadie sabía de mis planes, ni siquiera Patrick.

Tuerce los labios en una sonrisa cínica y toma de nuevo el mando del TV. Lanzo un suspiro largo y me preparo para ver la cinta del rapto e Gisella una vez más. El metraje que se reproduce es en otro plano de la catedral, esta zona sí está concurrida.

—¿Reconoce a alguien dentro de los presentes?

—Gisella fue mi novia por cinco años, conozco a la mayoría de los asistentes a esa boda.

Afirma solemne y se incorpora de la silla avanzando hacia el TV. Detiene la imagen y su dedo índice señala a una figura en traje negro.

—¿Reconoce a este hombre?

Un príncipe Bastardo 3er Libro Rancho Mallory Donde viven las historias. Descúbrelo ahora