La tarea de la seguridad de la casa, era extenuante y agotadora. La variedad de fallos que contaba la mansión y los errores en la ubicación de las cámaras iban cada día en aumento.
La buena noticia, al final de cada día, es que se trataba de la seguridad de mi familia. Mi presencia no era necesaria, los hombres que trabajan en la mansión, contaban con experiencia y prestigio, pero me gustaba estar al tanto de los avances.
Una casa segura, bien vigilada y con personal idóneo, retiraría de mis entrañas el miedo constante. Sin mencionar que Jackie y yo no teníamos otra cosa que hacer, y el apartamento de papá nos asfixiaba.
—¿Ha pensado en la escuela? —me dice el hombre a cargo de las rejas eléctricas señalando a Jackie que corretea a una mariposa —. Estar rodeado de adultos no debe ser sano.
La empresa decidió iniciar por la entrada de la casa y sus alrededores. Antes de darle seguridad a la mansión, era necesario alejar la mansión de cualquier daño exterior. Empezaron por las cámaras que rodeaban la mansión, el cercado de las paredes, la caseta de los empleados.
Lo último de esa parte era el portón eléctrico al que le daba en estos instantes los últimos detalles. Una vez el sensor se accione y se verifique, todo estaba en control, pasarían a la segunda etapa.
La mansión Montgomery.
—Me aterra la idea de que salga dañada —le confieso al asiático con el que llevo trabajando todos estos días y afirma serio.
—Conozco ese miedo, pero ella necesita mezclarse con niños de su edad —responde —. Tuve una experiencia parecida.
Se comportaba como adulto, usaba frases con muchos adverbios, quería vestirse y usar cosas de adultos. Eso lo llevó a creer que estaba ante un chico mayor, cuando la realidad era otra. Emocionalmente, tenía la edad de seis años y no estaba preparado para tomar ciertas decisiones.
—Aunque no lo parecía, seguía siendo un niño y eso condujo a la toma de malas decisiones. —concluya pasándome la herramienta que lanzo a la bolsa. —Estar con adultos permitió crear el error de poder, manejar conflictos, cuando no era así.
—¿Creció con adultos? —pregunto —Pensé que estaba rodeado de niños de su edad, primos, me dijo Gisella.
—Me gustaba estar con sus hermanos, ellos de veinte tanto años, yo con nueve. —su respuesta me confunde y lo nota porque sonríe —. No le daré detalles que no son relevantes, señor Giles, pero me brinqué la niñez y pagué un alto precio por ello.
—Entiendo...
—Sé que no lo hace —me corrige entre sonrisas, cerrando el maletín, lo lanza a un costado y abre un segundo —. Como padre, puedo entender que quiere tener a su hija a su lado; como niño, le aseguro que le está negando años hermosos.
Como el niño que fue, me asegura que mi hija necesita rodearse de inocencia y juegos. Un adulto puede darle protección y cuidados, pero hay algo importante que solo obtendrá dentro de un entorno rodeado de niños de su edad. Me dice que mi hija puede obtener ambas cosas, una escuela es adecuada y la protección necesaria en estos días.
—Mis hijos y sobrinos estudian en la misma escuela —continúa —. Es segura, con personal idóneo, le hicimos un estudio antes de llevarlos allí. Jackie los conoce, no se sentirá sola, estará con Ilya, Xia y compañía.
—Lo comentaré con su madre —prometo y afirma —, gracias.
—No hay nada que agradecer —responde lanzándole miradas a Jackie que sigue en su persecución de mariposas. —Hay mucha maldad en el mundo, el miedo a que salgan heridos crece cada día.
ESTÁS LEYENDO
Un príncipe Bastardo 3er Libro Rancho Mallory
RomanceJaken nunca imaginó lo que su curiosidad sobre su pasado pudiera traer a su vida, ciertamente Gisella, tampoco. Ninguno de los dos estaba preparado para lo que el destino les tenía deparado, ni los enemigos que surgieron con esas revelaciones. Él hu...