—Debe existir un error. —susurro tomando otro registro.
Mi estado de cuenta no registra el pago de la matrícula de Jackie. No hay ningún error, el pago no fue realizado. Recojo los papeles dispersos en la cama mientras busco una respuesta.
—¡Jaken! —El llamado de Gisella me llega en medio de los pensamientos. —Se va a enfriar el desayuno.
—¡Voy! —respondo con los documentos en manos.
Rumbo a la planta baja, choco con mi padre; la sonrisa que me brinda al verme se esfuma al detallar mi rostro.
—¿Todo bien? —afirmo distraído y me detiene al pie de las escaleras —. ¿Qué sucede?
—¿Quién hizo el pago de los gastos de Jackie? —pregunto a quemarropa. —Creí que había sido yo.
No hay una manera suave o delicada de preguntarlo. En medio de mi deprimente escenario, que sea mi padre el que lo pague, hace mi malestar más leve. Mi padre resopla con la vista fija en las escaleras.
—Fui yo —responde tras un resoplido.
—Me hubiera gustado ser yo. —Le aclaro y afirma.
—Has tenido muchos gastos —alza la mano al ver que estoy por protestar —. Déjame terminar. —Me ruega —todo cuanto tengo es tuyo.
—Y de Patrick, ya lo has dicho —alejo la mirada de la suya y doy un paso más hacia las escaleras —. Todo el circo de Senna y tu asalto fueron por ese testamento.
—¿Cómo olvidarlo? —murmura avanzando conmigo por las escaleras —. La muerte de Adrián me hizo pensar: ¿Por qué esperar a que yo muera para heredar?
—¿Por qué obsequiármelo y no gastarlo? —refuto en calma —. Es tu esfuerzo, horas de trabajo y sacrificio.
—Es mi nieta y tú, mi hijo —toma mi brazo obligándome a detener y acerca su rostro al mío —sacrifiqué tiempo valioso con mis hijos para obtenerlo y son ustedes los que merecen gastarlo, nadie más.
—Gracias, en serio te lo agradezco —resoplo. —Apunté alto, lo supe cuando mi hija besó a un Frederick.
—Y saliste en primera plana —sonríe, divertido —en una nota buena, por primera vez. Mi nieta merece lo mejor.
—Y tu hijo debería ser capaz de dárselo —le aclaro y se encoge de hombros indiferentes.
—Mientras eso ocurre, tiene a su abuelo —insiste —. ¿Quién sabe? Puede que el presidente esté en medio de esos chiquillos.
El resto del camino al comedor, me mantuve en silencio. Resultaba agradable que mi padre, quisiera ayudarme a darle a mi hija lo mejor. Por otro lado, si no puedo darle educación de calidad a una, ¿cómo haré con dos?
Sin mencionar que los números en mi cuenta han empezado a descender.
—¿Qué harás hoy?
La voz de Gisella me saca de mis pensamientos y contempló mi desayuno, estaba intacto. Tomo un trozo de lo primero que encuentro en el plato y lo llevo a mi boca.
—Iré a la oficina —respondo sintiendo la mirada de mi padre.
—¿Vas a acompañarme? —pregunta emocionada —. Pensé que este día no llegaría.
—A la mía —respondo tomando otro bocado —la nuestra —aclaro, engullendo el bocado sin masticar.
Jackie disfruta de su desayuno sin problemas, le lanza sonrisas a su abuelo de vez en cuando y él le corresponde con besos. Un dúo adorable, siempre y cuando ambos estén de buen humor. Lo que parece ser el caso el día de hoy.
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Un príncipe Bastardo 3er Libro Rancho Mallory
RomansJaken nunca imaginó lo que su curiosidad sobre su pasado pudiera traer a su vida, ciertamente Gisella, tampoco. Ninguno de los dos estaba preparado para lo que el destino les tenía deparado, ni los enemigos que surgieron con esas revelaciones. Él hu...