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Los cinco días habían pasado y yo estaba estática frente a las escaleras de una mansión, mármol blanco y destellos dorados me rodeaban. Parecía un castillo de princesas.

Era todo muy bonito.

Los hombres iban de traje y máscaras, las mujeres con largos vestidos y antifaz. Todos escondían su identidad. Daba un toque misterioso y satánico.

Camino junto a otros hasta la entrada, entrego la falsa invitación y no tengo inconvenientes a la hora de entrar.

Más escaleras y cortinas rojas adornan el enorme salón dividido, las mujeres están a la derecha y los hombres a la izquierda, en el centro alguien pide que cierren las puertas informando que esto ya está por comenzar. No hay vuelta atrás.

—¡Es un honor para mí tenerlos aquí, nuevamente! —Empieza a hablar— Ya todos conocemos las reglas, pero las voy a recordar. Cuando la campana suene las mujeres subirán las escaleras y escogerán una habitación al azar, cada hombre tiene en su invitación un número correspondiente a esas habitaciones y es ahí donde irán. El resto no tengo que explicarlo.

Supongo que esto se trata de algún juego sexual.

No puedo creer que estoy a punto de participar en semejante evento.
Dios.

A mi tío le corresponde la habitación número 34, lo único que tengo que hacer es llegar de primera y esperar por él. Es un plan ideal y sin fallas.

—Sin más que agregar comencemos.

La campana suena unas tres veces y me lanzo en busca de la habitación, todas las puertas son iguales y los números están colocados en la pared, tengo muchas mujeres delante, pero alcanzo a llegar a mi objetivo, y para mi sorpresa ya estaba alguien. 

—Ocupado —me dice una sentada en la cama. Lleva un vestido azul y el antifaz es blanco — Prueba con otra.

—Por favor —suplico—
necesito esta habitación. No puede ser otra.

—Todas son iguales, yo llegué primero. Da igual, el hombre siempre está bueno. Vas a pasar un rato muy agradable. Te lo aseguro —responde con simpleza.

—Es que yo sé a quién le corresponde este número y es un asunto pendiente —confieso— Ayúdame, a ti te da igual, pero para mí es importante. Mi pareja y yo estamos intentando avivar nuestra pasión. Estoy perdiendo al amor de mi vida.

—Está bien, quédate aquí —rueda los ojos con hastío— Que sepas que si te descubren serás sancionada. Y te expulsarán del club.

—Créeme, vale la pena —le sonrío y ella se va dejándome sola— Muchas gracias.

Desde aquí siento como la campana vuelve a sonar y por los pasillos los pasos correspondiente de los hombres.

Mi corazón se acelera, amenazando con salir de mi pecho.

Que nervios.

Abren la puerta y al instante reconozco su porte, el cabello rubio, perfectamente peinado y el brillo en sus ojos es inconfundible, reconocería a este hombre siempre. Con cientos de máscaras y disfraces.

—Ya necesitaba de esto —dice y se deshace del nudo de su corbata —Hola, preciosa.

Le regalo solamente una sonrisa, ya que debo tener cuidado con que reconozca mi voz.

—¿Te puedes voltear? —me pide y quedo un poco confundida, pero obedezco. Siento su aliento en mi nuca y trago en seco— Exquisito perfume —lo cambié porque sé que reconocería mi olor. Conoce todos mis perfumes.

Sus dedos se enredan en mi cabello, mi cuerpo se eriza con su toque, lo dejo trenzar todo mi cabello y lo anuda en la punta con una liga que saca de su bolsillo.

Erróneos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora