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Despierto porque mi teléfono no deja de sonar, intento levantarme, pero Riven me está abrazando, estamos desnudos. Y sí, follamos.

En la noche llamó a mi puerta y no lo pude rechazar, la propuesta era tentadora.
Lo empujo y logro agarrar mi celular, casi me da un paro. Era mi tío, insistiendo con la necesidad de verme, bueno a mí no, pero quería estar conmigo.

Los mensajes era de alguien dolido y despechado, como buscando consuelo en el sexo. Entonces la única respuesta que le encuentro a esto es que ya vio el vídeo de mi niñero follando con la zorra de Ceinnet.

Desnuda camino hasta el baño y me encierro para poder llamar sin que Riven me escuche.

—Hola, nena —contesta enseguida.

—Hola —hago que mi voz sea diferente— ¿Cómo estás?

—No muy bien —dice— Necesito despejar, salir un poco, emborracharme. No sé. 

—Me parece una propuesta interesante, pero no estoy en la ciudad. Es una pena.

—Dios, necesitaba de ti —susurra—¿Cuándo regresas?

—Demoro bastante. Tengo algunos asuntos que resolver.  

—Bueno, será en otra ocasión.

—Oye, si sigues así —murmuro— No estés solo, busca compañía en alguien.

—Ya, veré qué hago. No te preocupes. Estaré bien. 

Cuelgo y me siento mal.

Yo muero por estar con ese hombre y decirle toda la verdad, pero me da miedo que piense que soy una enferma o una loca que se enamoró perdidamente de él.

Abro la ducha y me dejo llevar bajos los chorros de agua, me siento rara, con ganas de llorar, de reír. De simplemente estar muerta.

Tengo un amor inmenso por dos personas y la sociedad no lo entendería.

Me quedo minutos frente al espejo, seco los restos de agua sobre mi piel. Regreso a la habitación y me cambio de ropa.

—Hermanita —Riven despierta. 

—No quería despertarte —le digo— Tengo que salir ¿Me prestas el auto?

—¿Dónde vas?

—De compra —miento.

—La llave está en los bolsillos de mi pantalón.

Los recojo del suelo y agarro el llavero.

—Me voy a pasar a mi habitación, no quiero que el niñero llegue y me vea.

—Como quieras —le regalo una media sonrisa.

—Hey —me volteo a verlo cuando me llama.

Me sonríe y regreso en busca de su boca. Me pego a sus labios y nos unimos en un beso. Amo a este chico, eso está bastante claro, pero también quiero a Malcom con todas mis fuerzas.

¿Eso me hace una persona mala?

Subo en el auto de Riven y voy hasta casa de mi tío, estoy cansada de la falsa, de reprimir mis sentimientos, de ocultar todo lo que siento.

Hoy se acaba.

Llego y no me bajo del auto. Aprieto el claxon y las cortinas del salón se corren, me observa a través de la ventana, está sin camisa, sigo insistiendo hasta que me hace un gesto con las manos. 

Espero por él hasta que llega completamente arreglado, su traje se le ajusta a los músculos del cuerpo.

—¿Qué haces aquí, nena?

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