20

46 17 0
                                    

Con certezas puedo decir que he pasado todo una semana increíble, la mejor de mi vida, sin duda alguna. Estar con Riven y Jairon me estaba sanando poco a poco.

Eso no significa que tenga superado a Malcom aún tengo la esperanza de que vuelva.

Busco mi teléfono y no lo encuentro, no recuerdo donde lo dejé. Estos últimos días han sido muy movidos.

Bajos las escaleras y no encuentro a Jairon por ningún lugar, la habitación de mi hermana está vacía. En el comedor tampoco hay nadie.
Voy hasta el patio, Riven me recibe sonriendo con su rutina de ejercicio, los cuales deja a un lado para prestarme atención.

—¿Sabes dónde está Jairon y nuestra hermana? —le pregunto.

—Cuando desperté ya no estaban —me dice— Seguro salieron a dar un paseo. 

—Si, seguro —rodeo su cuello con mis manos— ¿Has visto mi teléfono?

—Creo que lo dejaste en mi habitación.

—Ah —me encojo de hombros y pego mi cuerpo al suyo.

—Estás invadiendo mi privacidad y voy a tener que tomar medidas al respecto.

—Que miedo —me burlo— Estoy temblando.

—Las piernas son las que te van a temblar, ahora. 

Me toma por los muslos y lo rodeo por la cintura, pego mi boca a su cuello y paso mi lengua por su piel.
Ataco sus labios y nos fundimos en un beso.

—¡Rebeca!

Joder esa voz.

No podía ser ella.

Riven me suelta, casi caigo al suelo. No quiero voltear y encontrarme con ella, o peor aún. Con ellos. 

—Esto tienen que ser una alucinación, estoy loca —vocifera— Están dementes.

Me volteo de golpe y lo primero que recibo es una bofetada que me hizo retroceder. Mi padre estaba rojo, con la mano en el pecho, diciendo incoherencias, bajito.

Mi progenitora soltaba humo por las orejas  y gritaba histérica. 

—Los quiero fuera de esta casa a los dos —fue lo único que escuchar, mi corazón latía fuerte y no sabía que hacer— Unos degenerados como ustedes no formar parte de nuestra familia. 

—Mamá —intenté decir algo, pero las palabras no salían de mi garganta.

—No me llames madre, lo ustedes hacen no tiene perdón de Dios.

#
Pasaba un bus, luego otro y otro. Riven y yo estábamos sentados sin hablar, lo único que pasaba por mi cabeza era que sería de mí. 

Jairon había llamado a Riven, porque mi teléfono seguía sin aparecer y le contamos lo ocurrido. El próximo bus paró frente a nosotros y Jairon bajó muy nervioso.

—¿Cómo están? —saludó a Riven y después me abrazó— Fui a la casa y tú madre dijo que ya no hacía falta mi servicio.

—Intentaron darnos una sorpresa —dije.

—Y los sorprendidos fueron ellos —terminó Riven por mí.

—¿Qué hago yo con mi vida ahora?

—Yo me iré en el próximo bus que pase —Riven estaba muy seguro de si, así que agarro la mochila que traía y se levantó en la espera.

—¿Me vas a dejar sola?

—Mira el lado positivo —se encogió de hombros— Ya tienes un niñero personal. Y gratis.

Erróneos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora