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Pido un Uber del cual me bajo unas cuadras antes de llegar a la casa porque necesitaba caminar y coger un poco de aire. Dejo libre mi cabello y me quito los tacones.

Tiro del antifaz hacia el primer arbusto que veo.

No me arrepiento de lo que acababa de ocurrir, pero necesitaba calma en medio de la tormenta y esto a penas era el ojo de ella.

—¿Cenicienta se perdió? —preguntan en medio de la oscuridad, provocando que de un respingo del susto. Joder.

—¿Eres la bruja malvada o el sapo de la historia? —bramo.

—Que yo recuerde en esa historia solo hay una madrastra, villana por cierto. Nada de sapos —habla.

—Imbécil —mascullo y sigo con mi camino.

—Rebecca estoy jugando —me detengo en seco al escuchar mi nombre— No te pongas así.

Camina en mi dirección y con más claridad logro reconocerlo. Él con su sonrisa y su inocencia era lo que me faltaba para terminar mi día con broche de oro.

Llevaba un deportivo negro en conjunto con un abrigo de gorro y las manos metidas en los bolsillos le daba un toque despreocupado.

—¿Qué haces aquí, Jairon? —pregunté sorprendida, pero feliz al verlo. 

El viento movía su cabello.

— Aproveché que tú hermana se durmió para venir a casa —señala a un sitio— vivo justo ahí. ¿Quieres pasar?

—Claro —le sonrío.

Nos adentramos en el salón, sin hacer ruido.

— Mis padres ya duermen, solo venía a buscar algo, que me hace falta —me cuenta— Sígueme.

Sube las escaleras hasta una habitación que supongo que sea la suya. Rebusca entre los cajones, mientras yo me fijo en lo sencillo y acogedor que es estar aquí.

Es simple, una cama con mesitas de noche y una pequeña lámpara. Tiene una laptop en el escritorio y un armario mediano. Todo perfectamente ordenado.

Saca algo y lo guarda en su bolsillo. No me da tiempo a ver de lo que se trataba.

—¿Qué es? —la curiosidad me mata— Si se puede saber, claro.

—Una mini cámara —me dice y la saca para que pueda verla.

—¿Es para lo que estoy pensando? —me entusiasmo.

Lo primero en lo que pensé es en mi plan para destruir a Ceinnet.

—Sí —confirma.

—Eres increíble —suelto.

Se pasa la mano por el cabello —Casi nos besamos hoy, pero llegó un tipo y me pidió que me fuera. Se puso muy nerviosa. 

Por un instante llegué a pensar de que era mi tío, luego recordé que estaba conmigo y sería imposible. Así que la muy zorra si lo está engañando, tiene un amante.

—Es un buen avance, felicidades —le digo— Ya es tarde y  estoy cansada, quiero llegar a casa.

—Voy contigo —se ofrece enseguida.

Salimos para encontrar una fuerte lluvia. Relámpagos y mucho viento. Toda una tormenta que comenzó de repente sin previo aviso.

—No podemos irnos así —agrega— Quédate hasta que escampe. Yo puedo dormir en el sofá y tú en mi cama. No hay problema. Raquel no despierta en toda la noche.

—De eso nada, la cama es bastante grande y yo no muerdo —bromeo— Acuéstate conmigo. Nos iremos en cuanto escampe.

—Una invitación muy tentadora —se ríe y pasa su brazo por mis hombros para ir hasta su habitación— No tengo nada mejor que hacer, que pasar la noche lluviosa con una mujer preciosa.

—¿Me estás coqueteando? —alzo las cejas.

—No sé —sigue riéndose— Me declaro inocente. Por si me quieres acusar.

—Oh, vamos eres mi niñero —le golpeo suave en el hombro— Sería mucho cliché de nuestra parte.

La idea tampoco estaba tan mala, pero en estos momentos mi cabeza no estaba como para otro romance. Ya bastante tenía con dos como para enredarme con tres.

Erróneos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora