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Me paso la mañana en una llamada con mi madre, hablamos de todo un poco. A veces la extraño. Me gustaría tener a alguien para confesar todos mis secretos, pero ella no es la indicada.

Abofetearme sería lo menor.

Retiro mi pijama y me coloco una falda larga junto a un pulóver de cuello. Recojo todo mi cabello. Entro al cuarto de Riven y está dormido, así que cojo las llaves de su auto y me largo.

En realidad no sabía ni lo que estaba haciendo.

Frené en seco frente a la iglesia, apreté las manos en el volante y tomé una bocanada de aire. Me bajé del auto y entré sin mirar a nadie.

Llegué hasta el confesionario, ya me estaba arrepintiendo. Suspiro con desdén y continúo.

-Hola -no sé cómo va esto, pero intento liberar mi peso.

-Buenos días -me habla la voz de un hombre a través de la madera. Agradezco a Dios que no me vea la cara.

-Padre, yo no tengo perdón de Dios, para todo lo que estoy haciendo.

-Dios lo perdona todo -dice pausado y tranquilo.

-Yo no merezco su perdón -le digo.

-Si estás aquí, es porque en el fondo tienes esperanza de ser perdonada -comenta- ¿Me equivoco?

-Que pasa si le digo que amo a las personas equivocadas -confieso.

-Todo error se puede remendar.

-No. El mío no. Porque yo amo a dos personas y creo que me estoy enamorando de una tercera. No sé, ni tampoco quiero detener toda esta locura.

-Puedes amar a varias personas, no está mal -habla- El amor no es un delito, pero debes escuchar a tu corazón, él te dirá quién es el indicado.

-Se equivoca, padre -esto definitivamente fue una mala idea- Mi corazón se acelera con los tres, las piernas me tiemblan con los tres, se me hace un nudo en la garganta cuando veo a los tres. ¿Así que dígame usted cuál es el indicado?

No miento, creo que amo a tres personas. Creo no, estoy segura de ello.

Si tan solo pudiera tener a los tres, sin ningún inconveniente sería la persona más feliz de mundo.

Necesito de la ternura de Jairon, quiero el amor de Riven y la posesión de Malcom sobre mí. Todo a la vez. Sin censura.

Vuelvo a casa. Me doy una ducha y me siento en la cocina a comer algo. Desde el ventanal de cristal veo a Riven haciendo ejercicio. Está sudado y la ropa se le pega al cuerpo.

Joder.

Es un Dios griego, andante en esta tierra.

Se da cuenta de que lo estoy observando y se luce más, tira su camisa al suelo, continúa con los ejercicios.

Ahora la piel tatuada con los rayos del sol, se refleja brillosa y me despierta las ganas de pasar la lengua por ahí.

Es un fetiche.

Aprieto las piernas y bebo un poco de agua, aparto la idea de tener a Riven en mi interior. Dejo el vaso en la encimera y me levanto chocando con alguien.

Joder.

A pesar de que vive aquí, desde lo ocurrido entre nosotros no lo había visto.

-Hola, muñeca -me sonríe-¿Cómo has estado?

-Bien -le regalo una sonrisa de boca cerrada-¿Qué tal?

-Voy a llevar a tu hermana al parque -me informa-Es bueno para los niños pequeños salir de vez en cuando.

Erróneos ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora