DIECISIETE

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3 PECADOS DESPUÉS — MILO J

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3 PECADOS DESPUÉS — MILO J

No es por ego pero, ¿Quién
cómo yo? ¿Quién cómo yo?
¿Quién cómo yo?









NARRADOR OMNISCIENTE

ESA NOCHE, Antonella y Cristian se quedaron hasta el amanecer en la terraza. Cada tanto el jugador intentaba consolar a Antonella, pero estaba arrepentida. Arrepentida de haber cagado todo, y no solo la relación con Lisandro.

Cuando Cristian se fue, Antonella entró en la ducha, tratando de poder relajarse, luego iría a hacer algo que ella no quería, pero debía. Enfrentar a Enzo.

[...]

Antonella caminó hacia Enzo con el corazón en la garganta. Él la esperaba apoyado en su auto, con ese aire despreocupado que siempre le había causado tanto deseo y a la vez tanta frustración. Cuando ella llegó lo suficientemente cerca, Enzo la miró de arriba abajo, con una media sonrisa en el rostro, como si nada lo perturbara. Ese gesto que siempre lograba desarmarla, pero hoy la llenaba de nervios.

—¿Qué pasó?— preguntó él, cruzándose de brazos—. Tenés una cara de funeral, ¿pasó algo con Valen?

Antonella sintió un nudo en el estómago. Claro, Valentina siempre estaba en el medio. La culpa volvía a apretar con más fuerza, pero ya no podía guardarse lo que había venido a decir.

—No es sobre Valen… es… sobre nosotros— dijo en voz baja, mirando el suelo por un momento antes de reunir el valor para mirarlo a los ojos—. Anoche... estuve con Lisandro, y... se me escapó tu nombre.

Enzo la miró en silencio por unos segundos, procesando lo que acababa de escuchar. Pero de repente, una carcajada resonó en el aire, tan inesperada que Antonella dio un paso atrás.

—¡¿Qué?!—se rió Enzo, agarrándose la panza—. Pará, pará, decime que no le dijiste "Enzo" en plena... —hizo un gesto exagerado, como si imitara la situación—. Fa, sabes cómo lo voy a descansar?

Antonella lo miraba sin saber si quería llorar o gritar. Para Enzo todo parecía ser un chiste, mientras ella se moría de vergüenza y culpa.

—Enzo, no es gracioso… —murmuró, pero él seguía riéndose.

—¡Obvio que es gracioso!—dijo, acercándose a ella y poniéndole una mano en el hombro—. O sea, imaginate la cara de Lisandro. Vos ahí, con él, pero pensando en mí— dijo, volviendo a reírse—. Decime que no te paraste y te fuiste en ese momento. No lo puedo creer, Anto.

Ella lo empujó suavemente, tratando de apartarlo. Estaba harta de que se lo tomara todo a la ligera, pero él no se inmutó. Le encantaba verse en el centro de todo, como si tuviera el control.

—Enzo, por favor, pará— dijo con más fuerza esta vez—. No vine para que te rías, vine porque no puedo más con esta situación. Lo que pasó anoche... fue un error, pero vos y yo...

PECADO      | Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora