VEINTINUEVE

916 84 21
                                    

NADA DE NADA — LIT KILLAH

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


NADA DE NADA — LIT KILLAH.

" No puedo volver a confiar en
otra nunca más

si algun dia te vas

pensalo dos vece', quizás

a la vuelta no quede nadie

y asi vas a darte cuenta que
todo termino

al menos para mi

ya no, oh-oh, quiero saber
de ti

todo lo que hace me da igual,
todo lo que diga de mi

solo te quiero lejo' "



NARRADOR OMNISCIENTE

07:23 a.m

ANTONELLA ABRIÓ con cuidado la puerta de la casa que compartía con Leandro. Al entrar, el silencio reinaba todo el ambiente, pero había algo que le  parecía raro.

La carta que ella había hecho en la madrugada, estaba completamente rota sobre la mesa. Se acercó a ella con el ceño fruncido, tomando entre sus manos los pequeños trozos de la hoja. Rápidamente dirigió sus ojos a la escalera, un ruido bastante fuerte provenía desde el 1er piso. Antonella subió rápidamente.

Fue hacia la puerta que daba a su habitación, de ahí provenía el ruido. Era como si alguien estuviera tirando muchas cosas. Abrió con cuidado la puerta, encontrándose con Leandro de espaldas.

Él estaba con un cuadro de él y Antonella juntos. Segundos después, ese cuadro estaba hecho trizas sobre el piso de madera.
Antonella se acercó hacia él a pasos lentos, viendo el desorden que había a su alrededor.

— Lean...— murmuró ella, con su mirada puesta en el cuadro que él recién había estallado contra el suelo. El ojiazul se dió vuelta, dejando ver su cara tensa y con una mueca de enojo. En sus ojos se podían ver las pequeñas lágrimas que amenazaban con salir— ¿Qué pasó amor?— Antonella dirigió sus manos a la cara de Leandro, intentando secar sus lágrimas, pero el jugador de la Roma se alejó, dejando confundida a Antonella.

— ¿Qué me pasa?— dijo Leandro, mirando fijamente a los ojos a la chica que tenía enfrente— Vos decime qué me pasa. Te fuiste de la nada, dejándome una simple carta, después, me entero que estuviste consolando a Enzo— murmuró con su voz cargada de rabia—. Me fuiste con el cuento que te ibas con Karen, que ibas a tomar algo con ella, o no se qué, pero fuiste a consolar al pelotudo ese. Me dejaste acá solo para irte con él.

Antonella se quedó en su lugar, intentando asimilar sus palabras. ¿Cómo se había enterado? Esa era la pregunta que tanto rondaba en su cabeza.

— ¿Cómo...— la pregunta quedó en el aire. Las palabras no salían por sí solas, tampoco si fuera con voluntad. Estaba avergonzada.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 05 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

PECADO      | Enzo Fernández Donde viven las historias. Descúbrelo ahora