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El sol apenas comenzaba a filtrarse por las ventanas de la U

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El sol apenas comenzaba a filtrarse por las ventanas de la U.A., iluminando los pasillos a medida que los estudiantes se dirigían a sus clases. En el aula, el ambiente parecía relajado; los murmullos y las risas se mezclaban con el ruido de los libros y mochilas al ser colocados en los escritorios.

Chad entró, con su usual expresión tranquila, aunque un poco más relajado que el día anterior. Sin embargo, había algo distinto hoy: llevaba la sudadera de Izuku. El gris suave de la prenda contrastaba con su cabello oscuro, y aunque para cualquiera podría parecer una elección al azar, para aquellos con sentidos más agudos —especialmente los omegas— el aroma a chocolate con frutillas que despedía la sudadera era inconfundible.

Izuku, que ya estaba en su asiento, levantó la vista cuando Chad entró. Por un breve segundo, sus ojos se encontraron, y aunque ninguno dijo nada, había un entendimiento silencioso entre ellos. Para Izuku, ver a Chad con su sudadera le provocó una mezcla de sorpresa y una extraña satisfacción. Pero antes de que pudiera decir algo, notó cómo los ojos de Uraraka se clavaban en la prenda que Chad llevaba puesta.

Desde el otro lado del aula, Uraraka frunció el ceño ligeramente. Había estado observando a Izuku desde hacía semanas, intentando acercarse cada vez más, y la repentina presencia de Chad en su vida la había inquietado. Pero ahora, ver al omega con la sudadera de Izuku, una prenda que claramente pertenecía al alfa, le generaba una punzada de incomodidad.

Con una mezcla de confusión y celos que no pudo contener, se levantó de su asiento y caminó decidida hacia Chad. Sus pasos resonaron en el aula, y algunos estudiantes voltearon a mirarla con curiosidad, incluyendo a Izuku, quien de inmediato percibió que algo estaba por suceder.

— Chad, —dijo Uraraka, su tono más cortante de lo usual—. ¿Qué haces con esa sudadera?

Chad, quien estaba a punto de sentarse, levantó una ceja, sorprendido por la confrontación tan directa. Sabía que Uraraka había estado mostrando cierto interés en Izuku, pero no esperaba que ella se acercara así. Manteniendo su compostura, la miró fijamente antes de responder.

— Me la prestó Izuku. No tenía ninguna limpia —respondió con total calma, como si no entendiera por qué ella estaba tan alterada.

Uraraka cruzó los brazos, claramente insatisfecha con la respuesta. — ¿Te la prestó? —repitió, su tono algo sarcástico—. ¿Y por qué tendrías que usar algo de él? Es decir, hay otros aquí que podrían haberte ayudado.

Chad soltó un suspiro, notando la tensión creciente en el aire. No era tonto, entendía perfectamente lo que estaba ocurriendo. Uraraka estaba marcando territorio, aunque sin querer admitirlo abiertamente. Sin embargo, él no tenía la intención de darle ese gusto.

— Le pedí ayuda a Izuku, porque confío en él. No veo cuál es el problema —contestó con frialdad, sin perder su postura firme.

Uraraka se mordió el labio, claramente frustrada por la indiferencia de Chad. Para ella, esto era más que una simple prenda; era una señal de algo más profundo. No podía negar que había algo entre Izuku y Chad que ella no entendía completamente, pero tampoco estaba dispuesta a quedarse al margen.

𝐒𝐢𝐠𝐮𝐞 𝐌𝐢 𝐕𝐨𝐳 - 𝐈𝐳𝐮𝐤𝐮 𝐌𝐢𝐝𝐨𝐫𝐢𝐲𝐚 𝐱 𝐎𝐜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora