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El sol de la mañana entraba suavemente por la ventana, iluminando la habitación con su cálido resplandor

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El sol de la mañana entraba suavemente por la ventana, iluminando la habitación con su cálido resplandor. Haruto dormía en su cuna, envuelto en una pequeña manta azul que Chad había elegido con tanto cariño. Era un día tranquilo, pero tanto Chad como Izuku sentían que algo especial flotaba en el aire.

Chad se encontraba en la cocina, preparando el desayuno mientras Izuku lo observaba desde la mesa. Habían estado viviendo juntos con su pequeño Haruto durante unos meses, y la rutina había comenzado a sentirse cómoda, casi natural. Izuku no podía evitar sonreír al ver a Chad moverse con tanta gracia y cuidado, siempre pendiente de su pequeño.

—¿En qué piensas? —preguntó Chad, sin voltear mientras removía el desayuno en la sartén.

Izuku apoyó su cabeza en sus manos, sin dejar de sonreír.

—Solo en lo afortunado que soy —respondió con un tono suave—. Tengo una familia increíble.

Chad, sintiendo el calor de las palabras de Izuku, se giró para mirarlo. Sus ojos brillaban con una mezcla de amor y orgullo.

—Nosotros somos los afortunados de tenerte —dijo, dejando la sartén a un lado y acercándose a la mesa para tomar asiento junto a Izuku—. Haruto es muy feliz contigo como su papá, lo sé.

Izuku se inclinó hacia Chad, pasando una mano por su mejilla antes de dejar un suave beso en su frente. Era un gesto pequeño, pero cargado de significado. Había algo en la quietud de la mañana, en la serenidad del momento, que hacía que todo se sintiera tan perfecto.

—A veces me pregunto cómo será nuestra vida en unos años —comentó Chad, apoyando su cabeza en el hombro de Izuku—. Cómo crecerá Haruto, cómo será cuando empiece a correr por la casa y nos vuelva locos.

Izuku rió entre dientes, imaginando a su pequeño corriendo por todas partes, llenando su hogar con risas y caos.

—Creo que será increíble —dijo, su voz firme—. Haruto tiene suerte de tenernos como sus padres. Y, además, ya hemos pasado por tanto, no hay nada que no podamos enfrentar juntos.

Chad suspiró suavemente, sintiéndose más tranquilo con cada palabra de Izuku. Siempre había sido el pilar que necesitaba, y ahora, más que nunca, estaba agradecido por eso.

—Es cierto —admitió Chad, sonriendo para sí mismo—. No sé por qué me preocupo tanto.

Antes de que Izuku pudiera responder, un suave llanto se escuchó desde la habitación. Ambos intercambiaron una mirada cómplice y se levantaron de inmediato, sabiendo que Haruto los necesitaba.

—Yo voy —dijo Izuku, adelantándose, pero Chad lo siguió de cerca.

Cuando llegaron a la habitación, Haruto los miraba con esos grandes ojos verdes, inquieto en su cuna. Izuku lo tomó en brazos con la delicadeza que siempre mostraba, acunándolo suavemente mientras le hablaba en voz baja.

𝐒𝐢𝐠𝐮𝐞 𝐌𝐢 𝐕𝐨𝐳 - 𝐈𝐳𝐮𝐤𝐮 𝐌𝐢𝐝𝐨𝐫𝐢𝐲𝐚 𝐱 𝐎𝐜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora