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Chad caminaba por los pasillos de la U

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Chad caminaba por los pasillos de la U.A., tratando de concentrarse en la próxima clase. Sin embargo, algo dentro de él comenzaba a sentirse extraño. A lo largo del día, una sensación incómoda, pero conocida, había comenzado a crecer en su pecho. Era como si algo tirara de sus instintos más profundos, susurrándole que había algo que debía hacer, algo que debía preparar.

A lo largo de las semanas, Chad había hecho todo lo posible por mantener su distancia emocional de Izuku, a pesar de lo cercanos que se habían vuelto. No podían ser pareja, no quería aceptar esa realidad, pero su cuerpo, especialmente en su rol de omega, tenía otros planes.

Esa tarde, después de clase, Chad se sentía inquieto, casi irritable. Estaba sentado en su dormitorio, mirando la ventana sin realmente ver lo que había afuera. La sensación en su pecho no hacía más que intensificarse, una necesidad latente que no podía ignorar.

Suspiró, frotándose el puente de la nariz con frustración. Entonces lo sintió: el aroma de chocolate con frutillas que todavía impregnaba la sudadera de Izuku, la que Chad no había devuelto. El simple hecho de sentir ese olor tan reconfortante provocó una ola de calma instantánea en su cuerpo.

Era el nido. Su cuerpo le pedía construir un nido.

Los omegas, como Chad, tenían la necesidad biológica de crear nidos, especialmente cuando sus ciclos estaban cerca o cuando su vínculo con un alfa se hacía más fuerte. Un nido no era más que un lugar seguro y cómodo que los omegas construían con objetos, ropa y telas que tuvieran el aroma de su alfa o, en casos como el de Chad, el alfa que deseaban, incluso si no lo aceptaban conscientemente.

El nido servía como refugio durante los momentos de mayor vulnerabilidad, como los celos o el estrés. Era un espacio donde el omega podía sentir la seguridad y el calor del aroma de su alfa. A veces, el nido era el único lugar donde un omega podía relajarse completamente.

Chad se levantó de la cama, caminando inquieto por la habitación. Sabía que estaba siendo irracional. No había necesidad de hacer un nido; él no estaba en su ciclo de celo, y aún así, su cuerpo estaba clamando por esa seguridad que solo el aroma de Izuku parecía poder darle.

Abrió el armario y miró la ropa apilada dentro, pero no era suficiente. Lo único que quería era el aroma de chocolate con frutillas que pertenecía al alfa de vibras suaves, al chico que lo hacía sentir cosas que prefería ignorar. La sudadera que había estado usando ya no era suficiente. Necesitaba más, mucho más.

Chad resopló, sintiéndose ridículo, pero incapaz de resistir esa necesidad creciente. Se mordió el labio mientras se acercaba al escritorio y buscaba en su teléfono el contacto de Izuku.

— ¿Puedes venir un momento? —le escribió, sintiendo una mezcla de vergüenza e irritación.

Izuku respondió rápidamente, como siempre lo hacía con Chad.

— Claro, ¿todo bien?

Chad dudó antes de responder.

— Sí, solo necesito pedirte algo.

𝐒𝐢𝐠𝐮𝐞 𝐌𝐢 𝐕𝐨𝐳 - 𝐈𝐳𝐮𝐤𝐮 𝐌𝐢𝐝𝐨𝐫𝐢𝐲𝐚 𝐱 𝐎𝐜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora