Capítulo Uno

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Dos días antes yo era feliz.

Sí.

Estaba tranquila asistiendo a los bailes, yendo a los teatros, paseando por los parques.

La felicidad y libertad me daban la mano y yo no lo sabía, hasta que se me dijo, no, más bien se me ordenó lo que jamas pensé que me ordenarían.

Llegué de la casa del barón Thompson, ya que últimamente andaba mucho con Lidia luego de que sucediese el desastre con mi grupo de amigas. Lo mejor era no pensar en cómo habíamos terminado, pues me ponía demasiado sensible. Llegué a la mansión que el abuelo había regalado a mi padre y en la que nací desde que abrí los ojos al mundo.

Pero todo estaba muy silencioso y tranquilo. Sin embargo, lo que más envió señales de alarma fue el rostro de mi madre cuando se acercó a mí.

Tomó mis manos y esperé lo peor.

—¿El abuelo...

Ese viejo cascarrabias llevaba meses en cama. Lo fui a ver hace meses y solo sabía que estaba de mal en peor.

—Ha muerto Nati —susurra mi madre con la voz rota.

Y en ese momento me permití derramar varias lágrimas. Aunque no vivíamos juntos, cada verano íbamos a la casa solariega de la familia, donde él vivía. He de admitir que le tenía cariño.

Mis mejillas se humedecen y mi pecho se estruja pensando en lo efímera que es la vida y lo poco que somos los humanos.

Limpio mis ojos y vuelvo a enfocar a mi madre que me mira de forma extraña.

—¿Algo más sucedió?

Ella pasa saliva mostrándose ante mi nerviosa.

—Tu tío acaba de dimitir del marquesado. Tu abuelo James murió y él dice que desea pasar sus últimos años en una de las casas vacacionales en Dover.

Pestañeo sin entender aún de qué va todo eso.

—¿Y? ¿Padre es quien continúa en la línea consanguínea?

Ella asiente pero sigue en silencio. Me suelto de sus manos frustrada.

—Cuando desees decirme ven a mí. Voy a prepararme para asistir al evento fúnebre del abuelo...

Doy pasos hacia la escalera para ir a mi habitación con los ojos empañados, pero la figura de mi padre a la izquierda me detiene.

—¿Qué rayos les sucede a todos hoy?

—¡Natasha Josefine Wilkinson! —reprende mi progenitor y casi doy un respingo sobre mis zapatos.

Sonrío nerviosa.

—Sígueme —ladra seriamente y paso saliva.

No es la primera vez que me llama a su despacho para requerirme por algo. Bien sabe de mis fugas en plenos bailes, bien sabe de mis recorridos evitando a Niurka por Hyde Park y bien sabe que hace una semana me quité las medias en pleno teatro pues hacía mucho calor y estaba sudando demasiado.

Así que sólo Dios sabrá sobre cuál de esas cosas me disciplinará. Entramos y no cierro la puerta tras de mí, siempre la dejo abierta en caso de que deba huir por mi vida.

Y a esto le llamo consecuencias de mis acciones. La desgraciada de Niurka —mi doncella—, siempre le da las quejas a madre, luego ella las repite a mi padre y él aplica su regaño.

—Siéntate —demanda.

Viéndome la punta de los zapatos tomó asiento. Mi padre es dócil podría decir, pero cuando está molesto es como si se transformara en otra persona.

Su elegida por sacrificio IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora