Capítulo Nueve

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—¿Enmorada de mí? Es lo más...

«Las dos frases que faltan y te marchas Natasha»

—Te necesito Henry. Hagamos el amor...

Y sus ojos vuelven a mí, esta vez iracundos. Pero bajan a mis tetas y como si algo dentro de mí tomara posesión sobre mis actos, comienzo a tocarme los pechos de la misma forma que él lo ha hecho.

Y eso parece surtir efecto, porque veo sus músculos contraerse y su garganta tragar grueso en su lugar.

—Tómame esposo, ámame, ya no resisto más... —mi voz suena fina, casi como si fuese natural y no forzado todo lo que estoy diciendo.

Sigue una sonrisa abierta en mis labios y decido retirarme ahora, pero la misma se va rompiendo poco a poco al ver lo que hace.

¡Oh no!

Se termina por desabrochar sus pantalones y viene dando zancadas hacia mí nuevamente completamente desnudo. Doy varios pasos atrás huyendo como toda la cobarde que soy.

Cuando estoy llegando a la puerta, su mano va a mi pelo con rudeza y me empotra contra la madera presionándose completamente contra mi cuerpo.

—Has acabado con todo mi autocontrol muñeca.

Y mete una mano entre mis piernas chocando con la toalla femenina que llevo.

—¡No! —chillo cuando la saca torpemente.

Pero su apretón en mi pelo me hace volver a callar y cerrar los ojos aterrorizada.

Es asqueroso. Él no se atrevería a...

Mete su mano y sus dedos me tocan sin pudor alguno. Los comienza a mover haciéndome desgarrar un gemido estrepitoso.

—Eres más masoquista de lo que había llegado a pensar. Vas a conocerme. Al cruzar esa puerta tu misma has buscado esto.

Y tira de mi pelo hacia atrás llevándome hacia la cama en la cual me tira como un costal. Con lágrimas en los ojos y el corazón a punto de colapsar, veo que abre uno de los grandes cajones y saca una gruesa soga, nada que ver con las anteriores. Viene hasta mí y sus manos van directas a romper todo el ajuar y dejarme desnuda sobre su cama.

Mis ojos se llenan de lágrimas al ver cómo ata la soga a la cabecera de la cama y amarra a ella otra vez a mis dos muñecas. Contra el colchón y con las manos sin poder moverlas, escucho sus sonidos a distancia y veo cómo otra vez se aproxima para poner una venda que me cubre por completo la visión.

¡No!

¡Yo no pedí esto!

Y siento como va poniendo extrañas cosas sobre la piel de mi pecho. Son cosas pequeñas pero cuento casi diez. La ansiedad me carcome viva cuando empiezo a retorcerme debido a que deseo escapar, huir de aquí. Su olor está por todas partes llenando mi olfato. Su presencia sigue sobre mí haciendo que mi interior arda cada vez más.

Y no sé cuánto tiempo pasa, hasta que él comienza a quitar las pequeñas cosas que hacen un sonido raro al despegarlas de mi piel, la cual cosquillea con cada una de ellas.

Su elegida por sacrificio IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora