Capítulo Desiseis

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Doble actualización
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Henry

Iba a perder la cabeza.

Definitivamente si algo iba a hacerme morir era esto. No sabía en qué momento me había maniatado y cómo carajos lo había hecho. Pero cuando abrí los ojos, me sentí aprisionado. La rabia emanaba de mi cuerpo al sentirme tan reducido. Tan poco hombre en el suelo sentado con las manos atadas a la columna de la cama.

Sentía la cabeza aún adormecida, pero cuando levanté la vista y la vi, quise quemar el mundo. Había sido ella. Ella había planeado todo para ponerme así. Cómo nunca nadie me había puesto. Yo siempre era el que dominaba, el que mandaba y el que llevaba la fusta.

Pero ella no llevaba una fusta. Ella solo me iba a castigar con su propio cuerpo. ¿Y qué peor castigo que ver al objeto de tu deseo desnudarse ante ti y comenzar a darse placer? Y yo solo ahí. Atado y amordazado sin poder tocarla.

Mi corazón latía a cientos de millas por horas. Mi respiración era un desastre y en el mismo momento en que se abrió de piernas acostada sobre la alfombra, supe que este iba a ser para mí, el calvario más grande al que iba a ser sometido.

Sus dedos se introdujeron en su estrecho y rosado canal y los gemidos brotaban de sus labios. Tuve que cerrar los ojos. Tuve que inspirar hondo y concentrarme en la soga en mis muñecas y no en sus putos jadeos, en como sus pechos se elevaban al arquear su espalda cautivada por el placer voraz que la consumía, y en cómo cada vez su vagina chorreaba más y más fluidos.

Relamo mis labios perdido en su húmedo coño mientras muevo mis músculos de un lado a otro. La piel de mis manos arde, pero sigo intentándolo con la verga a punto de reventar. En ese estado hasta la cabeza me duele. La sangre hierve en mis venas y estoy respirando aceleradamente.

No podía hablar. Estaba amordazado.

Quise gritar de impotencia. Quise ladrar que parara, que dejara de torturarme así, pero no podía, ella seguía dándose placer con sus propios dedos y cada vez más la veía a punto de liberarse.

Cada vez más mi tortura crecía. Veía todo rojo.

Se corrió y sus gemidos hacían eco en mi cabeza tanto como la imagen de su vagina tan cerca de mí, contrayéndose y soltando todo lo que yo debería estar saboreando.

«Venganza»

Había dicho que se estaba vengando por lo que le hice. Y lo había logrado. Me siento humillado de esta forma tan baja. La veo ponerse de pie y noto su cuerpo aún débil por el orgasmo. Veo cómo lleva sus dedos a su boca y me gustaría saber cómo es que conoció sobre todas estas formas de hacerme perder la pura cordura, con algo tan simple.

Todo lo simple en ella me pone como un tren de vapor.

Me va a desquiciar. Sus ojos cafés me miran profundamente. Su lengua lame todo de sus dos dedos y ella se sitúa ante mí. Se agacha quedando a mi altura y el aroma que desprende es agobiante.

Estoy ardiendo vivo.

No logro respirar.

La ira me llena.

La verga me grita mil cosas a la vez y...

—¿Qué se siente estar así? Un macho dominante como tú, doblegado por una débil mujer como yo.

Y eso me hace taladrar aún más los sesos. Las sensaciones me penetran la piel y forcejeo más y más con la soga soga, pero no se mueve.

—Veamos por aquí esposo...

Su elegida por sacrificio IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora