Y llegó el día de la boda.
Estaban ayudándome a bañar debido a mis nulas ganas de seguir viviendo. Mi vida había cambiado tan bruscamente como una de esas tempestades que aparecen de forma repentina.
Ya no tenía motivos para sonreír. Siquiera para moverme, por eso había dejado a Niurka junto a otras criadas asistirme en el baño. La marca roja estaba en mi tobillo de tantos días pasar amarrada a la cama.
Me habían tratado como una mercancía de venta. Aunque el que iba a pagar porque se casaran conmigo era mi padre, como tal era la costumbre, me sentía aún peor por ello. Encima de hacerlo en contra de mi voluntad, tenían que dar una dote a cambio de mi mano.
—Ponte de pie.
Dijo Niurka y ya ni ánimos tenía para siquiera poner mala cara. Ella me trataba de forma tan humillante que a veces pensaba que era alguien de alta cuna y de buen renombre.
Pero era solo una criada más. Una vieja amargada que se había resignado a cuidarme desde que abrí los ojos al mundo. A la que le había hecho bastantes travesuras y con la que había tratado de ser dulce, pero nada hacía agrietar el caparazón de frialdad que siempre tenía a su alrededor.
Los últimos años de mi vida habían sido difíciles.
Y ya no tenía a nadie a quien contarle sobre mi vida. Mis amigas ya no eran mis amigas. Ni siquiera Meredith, pues su esposo estaba hasta el cuello de deudas y estaban en bancarrota hacía casi dos años, desde que el rey Hadid, el esposo de Jaclyn había sido coronado como rey consorte y había decidido vengarse por lo que le habíamos hecho a ella.
Paso saliva cuando mi mente me lleva a esos desagradables momentos.
—Inhale hondo señorita —pide una de las criadas cuando me están poniendo el corsé.
Lo hago aguantando la respiración para hacer mi cintura aún más pequeña de lo que ya es. Me aprieta tirando de los cordones y mis pechos se elevan por inercia con esa cosa del demonio, como solía llamarle Gabi.
Gabriella...
Un nudo se aprieta en mi garganta al pensarla.
«Ahora no Natasha»
Comienzan a poner mi vestido. Luego peinan mis cabellos y calzan mis pies con unas zapatillas doradas, del mismo color del vestido. El cual yo ni siquiera había escogido.
Había soñado tantas veces con este día. Que ahora que ha llegado solo deseo volver a seguir soltera. Yo no quiero esto, no quiero esto para mí. No quiero ser tratada como un esclavo. No quiero ser sacrificada de esta forma tan degradante.
Me miro en el espejo y veo una imagen de mí vacía, sin brillo, sin un motivo por el cual sonreír un día como hoy. Si mi padre hubiese aceptado el título él, nada de esto me estuviese pasando a mí.
—Luce hermosa —halaga Niurka viendo mi reflejo.
Una lagrima baja por mi mejilla izquierda.
Ya nada será igual.
La parroquia está abarrotada de aristócratas. Eran demasiados que solo los veía de forma difuminada debido a mi aturdimiento. Es como si estuviese aquí, pero a la vez no. Camino de la mano del monstruo que tengo como padre.
—Sonríe. Todos nos miran —masculla sonriendo como si nada pasara, ante todos los que asisten a la celebración.
Pero mantengo mi misma cara, solo miro mis zapatos mientras camino, oyendo la música que antes para mí encabezaba el son de cada una de mis fantasías y sueños pintorescos.
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Su elegida por sacrificio III
Roman d'amourNatasha Wilkinson veía su futuro más que claro, casarse con alguno de sus atractivos partidos que ansiaban desposarla. Vivir cómodamente y disfrutar de los beneficios de ser la esposa de algún caballero con algún título nobiliario de antaño. Quien...