Epílogo

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Cinco años después

Arqueo mi espalda cautivada por el placer. Un gemido sonoro sale de mi garganta cuando el flagelo hizo contacto con la piel de mis pechos.

Mis manos se contraen sintiendo la soga apretar mis muñecas. Busco su oscura mirada mientras lo veo recorrerme el cuerpo. El calor arrincona mis sentidos y el sudor perla mi cuerpo ansioso de más.

—¿Te portaste bien muñeca? —ronronea acercándose a mí.

Mi piel cosquillea y mi centro chorrea fluidos ansiándolo dentro.

—Sí —murmuro y otra vez el flagelo me azota esta vez el vientre haciéndome jadear.

La piel me hormiguea y siento que me derrito bajo todo lo que me consume.

—No me gustan las mentiras esposa... —gruñe y va hacia una pluma larga que tiene sobre una mesa.

Encarando una ceja se aproxima nuevamente a mí y empieza a pasar la punta suave sobre mis tetas. La piel instantáneamente se me pone de gallina con cada recurrido sobre mí haciéndome contraer y arquearme.

—¡Por favor Henry! Ya no lo resisto más, tómame —gimoteo con la cabeza hundida en el placer que quiere hacerme reventar la piel bajo la maldita pluma.

No puedo moverme. Estoy desesperada por sentirlo. Y no puedo hacer nada para remediarlo.

—Hasta que admitas tu error muñeca. Acordamos que tus castigos serían así, privada del tacto, de la visión y el habla. Agradece que solo te haya atado, mira, yo también estoy sufriendo —ruge y diviso su tonificado y musculoso cuerpo desnudo.

Bajo la mirada a su verga dura y potente, a cómo su mano la acaricia haciéndome salivar, también al ir notando cómo se contraen sus músculos debido a eso.

La pluma se desliza de mis pezones por mi vientre, hasta rozar levemente mi clirotis provocándome un gemido. Muevo mis caderas en busca de más fricción, pero él vuelve a subir la pluma. Muerdo mi labio sintiendo las lágrimas empañar mis ojos de tanto desespero.

—Está bien, lo admitiré —chillo y eso frena todos sus movimientos.

Sus ojos negros me escanean y su mano sigue sobre su verga masturbandose.

—Te escucho muñeca —gruñe sin dejar de mover su mano y con el rostro contraído por el placer.

—Siento... haberme quitado las... —trago grueso—, zapatillas en el palco hace unas horas... —paso saliva sintiendo mi garganta seca observándolo—. Siento que un mozo llegara y me viera las piernas desnudas.

Mi vagina hace que oleadas de calor se me acumulen por toda la piel y que emane más fluidos que se van deslizando por los muslos internos.

Henry se encamina a mí y me toma con brusquedad del montón. Su cuerpo tan milimétricamente cerca del mío me hace aturdir los sentidos, intento pegarme más contra él pero la soga no me lo permite.

—Fuiste sobre mis órdenes y otro hombre terminó viendo de ti lo que solo yo puedo ver... ¿Crees que mereces mi verga dentro?

Asiento frenéticamente con la visión nublada. Mi cuerpo está encendido de deseos, y él solo hace lanzar más y más leña a lo que me consume ahora mismo.

—Hacía mucho calor —gimoteo en tono débil e inspiro hondo cuando una de sus manos se va acercando a mi vagina.

Muerdo mi labio mirándolo directamente a los ojos a la expectativa. Su mano termina rozando mi sexo y jadeo con el pecho subiendo y bajando por la ansiedad.

Su elegida por sacrificio IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora