Capítulo Diecisiete

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Henry

El fuerte olor a suciedad llena mi nariz cuando pongo los pies en el pub de mala muerte que indicó. Veo a mi alrededor y hay cientos de mendigos muriendo de hambre en la calle ancha. En el suburbio más decadente de Londres. Prostitutas casi se lanzan a mis brazos a no ser por mi mirada amenazante.

Me adentro y el sonido de los músicos es decadente. El olor sigue impregnando hasta mi ropa y los hombres borrachos se tambalean de un lado a otro. Mujeres semidesnudas se pasean por todo el lugar y sus risas y gemidos forman parte del sonido vulgar del pub.

A lo lejos un sujeto se pone de pie. Trae una chaqueta negra y va completamente de ese color oscuro que a mí también me gusta usar. Sus ojos me miran y sus manos mueven la chaqueta y sostienen el puñal con el diamante rojo mostrándomelo.

Aprieto mis puños y camino hacia él. Se sienta en una banca y yo a su lado. Lo miro directamente a los ojos. Mis nudillos arden con impactar de lleno en su rostro.

—He venido a establecer un acuerdo —habla y bufo.

—De aquí solo saldrás con tres balas incrustadas en el cuerpo. Mis hombres están fuera, así que tienes exactamente los minutos en que me demore en tomar una cerveza.

Hago una seña al tendero y comienza a llenarme la cantina del líquido naranja oscuro.

—Me contrató días antes. Vino a mí diciendo que ella iba a viajar sola. Os juro que no...

—¿Quién desarmó mi pistola? —pregunto bebiendo un sorbo de cerveza.

Mantenerme sereno es la mejor forma de lidiar con esto. No va a irse y a dejarme con todas las dudas.

—No lo sé, recibí mi pago solo por matarla a ella.

Mis manos aprietan la cantina de madera de cerveza al oír sus insensibles palabras.

—Llevo meses buscándote las pisadas. ¿Por qué me mandas a buscar tú? ¿Crees que no voy a matarte? —le pregunto sin mirar a los ojos.

Doy otro sorbo a mi cerveza.

—Sé que vas a matarme en cuanto tengas oportunidad, pero te ofreceré algo a cambio de mi vida —repone y esta vez sí lo miro a los ojos con una sonrisa cargada de ironía.

—Nada de lo que puedas darme a cambio hará que no te llene el cuerpo de balas —escupo y doy un largo trago a la cerveza.

—El nombre de la persona que me contrató —expone y ladeo una sonrisa con suficiencia.

Bebo nuevamente.

—Sé quién te contrató diamante rojo —le digo en tono glacial.

Sus ojos se abren un tanto más debido a la sorpresa.

—¿Cómo sabe que fue el marqués de...

—Porque él mismo me lo dijo —hablo y trago un poco más del amargo líquido frío.

Lo ven removerse en la banca. Afloja el cuello de su camisa y pone la navaja en la mesa. Veo el diamante brillar sobre ella y los destellos de recuerdos pasan ante mí. Los gritos de Anne, el dolor al abrirse mi piel. Presenciar cómo la mató mientras yo estaba maniatado.

—¿Dónde cojones están los otros? Los voy a encontrar. Uno por uno os encontraré y os despellejaré vivos.

El diamante rojo pasa saliva.

—Fueron sujetos al azar que contraté en calles parecidas a estas —repone con la voy fina.

Doy el último sorbo a la cerveza y pongo la cantina sobre la mesa. Lo miro directamente a los ojos.

Su elegida por sacrificio IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora