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⚠️ Habla de la ansiedad, maltrato físico y mental entre otros temas sensibles, no aptos para todo público leer bajo tu propia responsabilidad. ⚠️
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Todo era un completo desastre. Sus amigos, incluso su novio, se reían de sus advertencias, demasiado relajados para ver el peligro inminente que se cernía sobre ellos. Regulus, al borde del colapso por el estrés acumulado, ya no podía soportar más. Las risas, las miradas despectivas, la constante sensación de que nadie lo tomaba en serio, todo lo aplastaba lentamente, como si un peso invisible amenazara con romperlo.
En su desesperación, tomó la decisión de ir a la mansión Black, buscando refugio en lo familiar, en el hogar que, aunque lo asfixiaba, era lo único que le quedaba. Antes de marcharse, Tom y Cassandra se acercaron. Llevaban bebidas en la mano, y Tom, siempre en control, le ofreció una más. Sin pensar, Regulus la bebió de un solo trago, intentando ahogar el caos que bullía en su interior.
Después de eso, todo fue un borrón. La tarde se esfumó y, cuando menos lo esperaba, ya era de noche. Al llegar a la mansión Black, sentía en su cuerpo una ira y un odio que no reconocía. Era como si una fuerza oscura se hubiera apoderado de él, y aunque una parte de su mente le suplicaba que se detuviera, que respirara, ignoró las señales de advertencia que su propio cuerpo le daba.
Entró en la casa como si nada. Caminó hasta la sala, donde su madre, Walburga, se encontraba sentada en su habitual sillón, acompañada de Jerry, el jefe de los elfos. El ambiente, normalmente cálido y familiar, cambió en cuanto Regulus habló. Era como si la magia ancestral de la casa, que siempre lo había protegido, ahora se alzara en su contra, tratando de expulsarlo, advirtiéndole del error que estaba a punto de cometer.
Walburga lo miró, intrigada y sorprendida, sin pronunciar palabra. Sabía lo que había hecho, aunque Regulus no entendía cuál era el problema. Para él, Dylan no tardaría en despertar. No había motivo para el drama.
—¿Ya lo sabes, madre? —preguntó con voz cortante.
Los segundos que tardó en responderle se sintieron como una eternidad.
—Sí, ya lo sé, Regulus —respondió Walburga, su tono vacilante pero finalmente firme.
Al oírla, una risa burlona escapó de los labios de Regulus. Todo le parecía absurdo. Su madre estaba actuando como si algo terrible hubiera ocurrido, cuando, en su mente, todo se trataba de otra artimaña de Sirius para llamar la atención.