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Hace mucho tiempo, cuando la primera mujer de la familia Black sufrió un aborto, todo el linaje se vistió de luto. Sin embargo, el dolor colectivo no podía compararse con el abismo que había en el corazón de aquella madre. Ella, que siempre había soñado con traer un hijo al mundo,Mas ahora se enfrentaba a la amarga certeza de que jamás podría ser madre. El vacío era indescriptible.
Cuando finalmente pudo levantarse de la cama, debilitada por días de dolor físico y emocional, acudió a la matriarca de la familia, la señora de la casa Black. Juntas, en medio de lágrimas y silencios, crearon una tradición que aseguraría que ninguna mujer Black sufriria en soledad.
Así nació la tradición.
Cuando una madre de la familia Black pierde a su hijo, tras su recuperación, ella y su esposo dibujan con hilo de oro y magia ancestral un dibujo único y personal en el Árbol Familiar. No es un retrato, porque el hijo nunca vio la luz del día, pero es un símbolo que encapsula el amor y el anhelo, este dibujo se graba en el árbol donde permanecerá como un recuerdo eterno.
Algunas noches después del aborto, cuando la luna está llena, la madre y el padre se colocan bajo su luz plateada. Ahí, envueltos en la oscuridad del jardín, recitan un cántico antiguo en latín. Las palabras son una súplica a la diosa Luna, pidiéndole que acoja el alma de su hijo no nacido entre las estrellas. Durante el ritual, el nombre que la madre había escogido para su bebé se pronuncia tres veces, asegurando que su esencia sea reconocida por las fuerzas cósmicas y que su alma encuentre paz en el cielo estrellado. La luna, con su presencia constante, se convierte en el puente entre los vivos y aquellos hijos que nunca fueron.
El nombre del hijo también se graba en la Piedra de los Hijos Perdidos, un monumento oculto en la cripta de la familia. Allí, bajo el resguardo de las sombras, la familia se reúne en la Cámara de la Sombra para encender una vela negra en honor al alma perdida. Un momento de silencio sigue, cargado de tristeza y respeto, un homenaje eterno a aquellos que jamás caminaron por la tierra, pero que siempre estarán conectados al legado Black.
§.....§
En el presente.
Cuando Walburga Black salió de San Mungo, después de días en los que su cuerpo apenas sobrevivía, siguió estos pasos con su marido. En silencio, grabaron el símbolo en el árbol, con una union y dolor que sólo los que han conocido el vacío del duelo pueden comprender.
Más cuando se profundizó la noche, y creyó que todos dormían, el peso en su pecho la hizo salir al jardín. El frío del aire contrastaba con el calor de su angustia, y cada paso que daba resonaba en la oscuridad.
