CAPÍTULO 5

23 8 22
                                    

Santiago 

¿Una chica discutiendo con un barista? 

Me acerco un poco más, quedando literalmente de frente a ellos, pero a una distancia prudente. ¿Por qué me interesa oír esta discusión? Exacto, esa chica que parecía que el diablo se había apoderado de ella, era quien usaba esa fragancia floral que me cautivó en la mañana. 

¿Parecía idiota observando la situación?

—No hay segunda parte —dice alzando un poco la voz, porque bueno, estaba a unos metros de ella. 

Creo que sí parecía idiota, ¡Has algo Santiago! 

—¿Cómo? —le pregunto, vaya estupidez. 

—Qué ya se acabó el show—enciende  un cigarrillo—. Me traerá un matcha grande por el mal rato y ESPERO QUE NO LO ESCUPA —dice esa última frase casi a gritos, creo que iba directamente al chico de la cafetería. 

—Entiendo, solo pasaba, no fue mi intención escuchar tal altercado —digo—. Me alegro que hayas conseguido un matcha gratis.—sentencio y comienzo a caminar. 

No hay una respuesta de su parte. Camino unos metros y pienso: ¿Realmente quiero seguir caminando? ¿O ir dónde ella? 

Me armo de valor

—¿Te molesta si te acompaño? —digo tímido acercándome a ella. 

Ella voltea la mirada y puedo observarla más detenidamente. Sus ojos son negros, pero ese negro intenso, muy llamativo. Su tes es blanca y tiene unos labios carnosos. 

Me quedé hipnotizado ante sus pestañas perfectamente encrespadas y su pelo ondulado. Realmente es bella. 

—Supongo que no—me observa confundida. 

Di algo idiota. 

—Perdón, me llamo Santiago—le extiendo mi mano. 

Ay... 

—Ainhoa —responde dudosa—. ¿Estará incómoda? 

Pero observo que me sonríe y saca un cigarrillo. Aparece el barista nervioso con su matcha. 

—Aquí está su matcha, sin escupir—dice el barista dejando el té con delicadeza sobre el mesón.

—Santiago— me mira—. ¿Qué te gustaría tomar? —pregunta. 

—Me pediré un americano —respondo sin quitar mis ojos de ella.

—Francisco, me traes un americano de cortesía para Santiago —dice dulce —El presenció el altercado y no querrás que testigos queden inconformes —ríe. 

El chico roda los ojos y vuelve a regañadientes al interior de la cafetería. 

—Tranquila, puedo pagar mi café—digo dando una calada a mi cigarrillo.

—Lo sé—me observa de abajo hacia arriba—. pero déjame disfrutar mi triunfo—se encoje de hombros.

Su presencia transmitía una seguridad y algo de empoderamiento ante cualquier cosa. 

—¿A qué te dedicas? —pregunto para romper el silencio, hace mucho que no conocía a alguien. 

—Estudio literatura inglesa —responde tomando un sorbo de su té —. ¿Y tú? 

—Periodismo —sonrío y le doy una calada a mi cigarrillo. 

Noto que sus ojos se abren un poco más y se acomoda para estar más frente a mi. 

Destinos EntretejidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora