CAPÍTULO 30

11 3 3
                                    

Santiago. 

Hace seis meses, me enfrenté a la noticia más impactante de mi vida. El resultado del ADN llegó, y con él, un peso enorme: era el padre. Me inundó el miedo, la incertidumbre y el vértigo que provoca saber que tu vida cambiará para siempre. Pero, a pesar de todo, lo acepté. Decidí asumir la responsabilidad de ser papá, aunque cada día sentía la presión aplastante de ese nuevo rol, tratando de imaginar cómo sería criar a un hijo.

Pero luego todo se desmoronó. David , quien había sido un apoyo constante para Olivia , la mujer que creía amar, lo dejó todo. Cuando finalmente descubrió la verdad que ella ocultaba—que el bebé no era suyo—el impacto fue devastador. Sin una palabra, sin una explicación, David abandonó a Olivia en el mismo momento en que más lo necesitaba. No hubo despedidas dramáticas ni discusiones encendidas; solo el silencio implacable de una puerta cerrándose.

Eso, provoco la intensidad de ella hacia mi. Pensando que como ya no tenía una responsabilidad "afectiva" con David, daba paso a una oportunidad conmigo, pero estaba equivocada. Porque mi corazón está con Ainhoa. 

Hoy es un día decisivo. Pasé la tarde con Mateo y tenía planificada una noche para Ainhoa. Hoy es el día en que le diré que la amo y pediré ser mi novia. Oficialmente. 

—Santiago, traje lo que me pediste —escucho a Amelia desde la cocina.

—¿Todo? —pregunto entusiasmado al llegar junto a ella—. ¿El vino también?

—Sí, Santiago —me responde mientras rueda los ojos—. Todo lo que me pediste para tu cita de hoy. Ni que fueras a pedir matrimonio —ríe, y yo chasqueo la lengua con una sonrisa nerviosa.

—Esto es muy importante salga para mí, quiero que todo perfecto —le explico, pero el sonido del teléfono interrumpe la conversación. Frunzo el ceño y exhalo un suspiro cansado.

— ¿Qué pasa? —pregunta Amelia acercándose—. Ay no... ¿Otra vez? ¿Por qué no le dice a esa mujer que tú también tienes una vida? —se indigna. El odio de Amelia hacia Olivia sigue siendo palpable.

Su frustración, al igual que la mía, surge al ver otro mensaje de Olivia. De nuevo me pide que vaya a su departamento, que pase tiempo con ella y con nuestro hijo. Olivia parece no entender que mi tiempo es para Mateo, no para ella.

—Se lo he dicho —respondo con pesadez.

—Parece que le falta comprensión. Deberías hablar con tu abogado —insiste Amelia con tono firme.

—No creo que sea para tanto —murmuro mientras corto el queso para la velada.

—¿No es para tanto? —bufa incrédula—. No sé como Ainhoa ​​sigue contigo, sinceramente.

La miro fulminante por su comentario fuera de lugar. Amelia no se detiene y me encara.

— ¿Qué me miras así? —se cruza de brazos—. Tienes un hijo, Santiago, pero no un matrimonio con Olivia. Si realmente quieres un futuro con Ainhoa, tienes que ponerle fin a estas actitudes absurdas de Olivia —me suelta con dureza. Luego toma su bolso del sofá y se dirige hacia la puerta. Antes de salir, me lanza una última mirada, más analítica que crítica—. Espero que todo salga bien.

La puerta se cierra con un golpe seco, y el eco resuena en la habitación, abrumador. Me quedo quieto, procesando sus palabras, observando el queso medio cortado sobre la mesa.

¿Y si Amelia tiene razón? Mi vida no puede seguir atrapada en este círculo con Olivia. No quiero perder a Ainhoa, pero tampoco quiero que Mateo crezca en medio de un conflicto interminable. Es agotador.

Al final, no se trata solo de lo que es mejor para mí. Se trata de lo que es mejor para mi hijo, para Ainhoa... y para mí también.

Pasan los minutos y escucho el timbre. Es Ainhoa. 

Destinos EntretejidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora