CAPÍTULO 8

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Santiago / dos semanas después. 

Me encontraba al norte del puerto de New York, específicamente en el distrito de Manhattan. En el décimo piso de un edificio de construcción bastante vintage. Cuenta con su living-comedor, cocina, dos habitaciones gigantes con su respectiva terraza y cada una de esta contaba con baño y un pequeño jardín que se debía ingresar si pasábamos por el cuarto de lavado (logia). 

Tenía dos cajas grandes, una maleta y un bolso deportivo. Había escogido la habitación que brindaba la luz de mañana y su terraza daba directamente a una cafetería/pastelería muy encantadora. 

—No sé como metiste tu vida en dos cajas, una maleta y un bolso deportivo—Amelia observaba mis cosas desde el lumbral de la habitación. 

—Siempre fui —miro por sobre su hombro la entrada de su habitación y ver tantas cosas por todos lados—minimalista—digo con una sonrisa. 

—Perdón, pero pienso establecerme acá —bufea—Por eso envié tantas cosas. 

Comienzo a desempacar y acomodar las cosas en el closet, cajoneras y todo lo que pueda distribuir en la habitación. 

Amelia llega con dos cervezas y una cajetilla de cigarrillos. 

—Me cansé, ¿nos tomamos algo en tu terraza? —ingresa observando mi organización —En la mía está el sol atacando —rio y asiento con la cabeza. 

Nos sentamos en unas cajas sin abrir ya que no teníamos aún muebles de exterior. 

—Esa cafetería se ve prometedora, me imagino tomando nuestro desayuno de domingo —observa detenidamente a las personas que se encuentran ahí. 

—Amelia —llamo su atención. 

—¿Qué sucede?—pregunta extendiéndome un cigarrillo. 

—Hace días no me sentía tan tranquilo—me encojo de hombros y ella me regala una sonrisa. 

—Es mi nueva vida y tú nueva vida—toma mi mano—Aquí, estaremos los dos para protegernos y cuidar el uno del otro—sonrío. 

Por mi mente pasó  Ainhoa, la verdad no habíamos conversado mucho y no me ha respondido el último mensaje que le envíe hace tres días. No sé porque no le comenté que viajaría a Estados Unidos y así tener la excusa para invitarla a salir. Me había agrado bastante y que decir, es una chica muy bella. 

Quizás una parte de mi sabe que no sería parte de mi vida, aunque fue una linda coincidencia. 


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Ainhoa / última semana de mayo. 

Estoy a punto de aterrizar en New York, mis manos me sudan, pero estoy tan feliz que la persona que iba a mi lado me preguntó si era mi primera vez en New York

Afuera del aeropuerto me esperaba el transporte de la universidad que me llevaría a mi nuevo hogar. Yo pensaba que sería una residencial de la misma universidad, pero me indicaron que como trabajaré para el New York Times, ellos me proporcionaban un apartamento cerca del periódico, ya que debía tener una disponibilidad en mis tiempos libres para poder ir en caso de emergencia. 

Envié mis cosas hace semanas al apartamento, solo tengo conmigo ahora una maleta y bolso de mano. 

Durante la hora y quince minutos que tardo el viaje desde el aeropuerto al apartamento, estuve hablando con el chofer sobre la ciudad y me recomendó muchos lugares para ir. También, observé la ciudad que sería mi hogar. 

Destinos EntretejidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora